La
organización de este curso ha pedido expresamente a los ponentes que aportemos
una visión creativa sobre los antídotos que permitirían a la Unión Europea
recobrar sus utopías y objetivos humanistas fundacionales que permitieran
redirigir su rumbo y de paso reconciliarse con una ciudadanía que, en esta
prolongada y profunda crisis, tiene cada vez más dificultades para identificar
aspectos positivos de la integración europea. En concreto nos pedía ideas, críticas, sugerencias,
denuncias, reflexiones sobre cómo relanzar el proyecto europeo y liderar una
nueva etapa en la civilización humana basada en la solidaridad, la cooperación,
la democracia, la justicia social y la salvaguarda del medio ambiente.
Esto es justamente lo que voy a hacer en
esta última parte de la ponencia.
“Para ir hacia la metamorfosis, es
preciso cambiar de vía (…) ¿Cómo?. Todo empieza siempre con una iniciativa, una
innovación, un nuevo mensaje inconformista y marginal, que muchas veces sus
contemporáneos no perciben (…) En nuestra época debería fraguarse un
replanteamiento, más profundo, incluso, que el del Renacimiento. Hay que
repensarlo todo. Debemos volver a empezar. De hecho, todo ha empezado ya, pero
sin que lo advirtamos. Estamos en el estadio de unos preliminares modestos,
invisibles, marginales y dispersos. Ya existen, en todos los continentes y en
todas las naciones, una efervescencia creativa, una multitud de iniciativas locales
que avanzan en el sentido de la regeneración económica, social, política,
cognitiva, educativa, étnica o existencial. Pero todo lo que debería estar
relacionado se encuentra disperso, separado, compartimentado. Estas iniciativas
no están relacionadas entre sí, ninguna administración las tiene censadas,
ningún partido toma nota de ellas. Pero son la cantera del futuro. Se trata de
reconocerlas, de censarlas, de cotejarlas, de incluirlas en un repertorio, para
abrir, así, una pluralidad de caminos reformadores. Son vías múltiples que,
desarrollándose conjuntamente, podrán conjugarse para formar la nueva Vía, que
descompondrá la que estamos siguiendo y nos dirigirá hacia la metamorfosis,
todavía invisible e inconcebible. La salvación ha empezado por la base” (Morin,
2011, 33-34).
A lo largo y ancho del mundo existen
experiencias transformadoras que atacan a la raíz del capitalismo salvaje que
lo envuelve todo. Cada una de ellas marca sus tiempos, por lo que no cabe
esperar una explosión de todas ellas a la vez. Hay que empezar a vivir y
organizarse de otra manera más cooperativa, comenzar la transformación y estar
preparados ante un cambio brusco que pudiera precipitarse en medio del colapso
social y ambiental hacia el que nos dirigimos.
¿Es posible afrontar una “transición
ordenada” desde el actual desorden económico internacional hacia un nuevo marco
de relaciones humanas basado en la cooperación entre los diferentes pueblos y
comunidades de la Tierra? Es preciso intentarlo, desde ya. Aún a sabiendas de
que el impulso de dicha transición no cabe esperarla de la mano de las actuales
megaestructuras estatales y empresariales, que hoy por hoy forman el tándem
perfecto para seguir apuntalando el capitalismo del shock y de la rapiña. Toca
afrontar un cambio de civilización, y la UE puede apostar por él o aferrarse a
la desesperanza que actualmente todo lo envuelve.
Europa sigue viviendo, Consejo tras
Consejo, en la creencia de que no hay alternativas a sus dogmas neoliberales,
economicistas y elitistas. Como mucho, llega a reconocer a rebufo del FMI que
su política frente a la actual crisis es inhumana y que no sirve para impulsar
la recuperación económica y social, pero a la hora de tomar decisiones no hace
lo más mínimo por experimentar otras soluciones, y se obceca en posturas
inmovilistas.
No le vendría mal a la Unión Europea leer
a Edgar Morin (2011, 44-45) cuando señala que:
“La clase política se contenta con
informes de expertos, estadísticas y sondeos. Ya no tiene un pensamiento. Ya no
tiene cultura (…) Ignora las ciencias humanas. Ignora los métodos que serían
aptos para concebir y tratar la complejidad del mundo, para vincular lo local
con lo global, lo particular con lo general. Privada del pensamiento, la
política va a remolque de la economía (…) Ésta cree resolver los problemas
políticos y humanos mediante la competencia, la desregularización, el
crecimiento, el aumento del PIB y, en caso de crisis, el rigor, es decir, los
sacrificios impuestos a los pueblos. Y al igual que la lechuza huye del sol, la
clase política rehúye cualquier pensamiento que pueda iluminar los cambios del
bien común”.
Planteando la interrogante disyuntiva
entre “¿Democracia y capitalismo?”, Boaventura de Sousa Santos (2013) afirma
que “El capitalismo sólo se siente seguro si es gobernado por quien tiene
capital o se identifica con sus necesidades, mientras que la democracia, por el
contrario, es el Gobierno de las mayorías que ni tienen capital ni razones para
identificarse con las necesidades del capitalismo. El conflicto es
distributivo: un pulso entre la acumulación y concentración de la riqueza por
parte de los capitalistas y la reivindicación de la redistribución de la
riqueza por parte de los trabajadores y sus familias. La burguesía ha tenido
siempre pavor a que las mayorías pobres tomasen el poder y ha usado el poder
político que las revoluciones del siglo XIX le otorgaron para impedir que eso
ocurriese. Ha concebido la democracia liberal como el modo de garantizar eso
mismo a través de medidas que pudieran cambiar en el tiempo, pero manteniendo
el objetivo”.
Así, corresponde a la UE reinventarse,
sustituyendo los actuales principios de centralización, jerarquía y
especialización por los de descentralización, horizontalidad y globalidad. Ello
permitiría otorgar el poder a la ciudadanía que lo ejercería de abajo hacia
arriba, partiendo de las comunidades locales como núcleo fundamental de
organización social, política y económica, que en su actividad diaria puede
relacionarse en condiciones de igualdad con otras instancias territoriales más
amplias. Algo en todo caso muy distinto al actual esquema de arriba abajo que
prima en las relaciones entre la UE y el resto de administraciones públicas.
Hay una frase en el argot político que simboliza a la perfección unas
relaciones políticas marcadas por la jerarquía y la dependencia: “Esta política
que aplicamos nos viene impuesta por Bruselas”. Así, una administración pública
(la UE) que debiera relacionarse en un plano de igualdad con las restantes,
aparece la mayoría de las veces como una suerte de oráculo que marca el camino
a seguir, frente al cual no cabe el debate argumentado de ideas. Aquí es cuando
los famosos “hombres/mujeres de negro” de la troika se convierten en simples
brazos ejecutores del gran capital, que como apisonadoras son capaces incluso
de desmontar un referéndum popular (máxima expresión de la soberanía del
pueblo) cuando un país de la periferia de la zona euro se plantea llevarlo a
cabo para conocer la opinión de sus ciudadanos/as respecto a las políticas más
convenientes a aplicar.
Europa ha sido la cuna de la democracia y
del humanismo, pero también del capitalismo imperialista que esclaviza a sus
propios ciudadanos/as y a los de otros pueblos. El futuro, o será de esperanza
para toda la humanidad, o será de angustia y precariedad tanto para opresores
como para oprimidos….
“La política de la humanidad implicaría
superar la idea de desarrollo, incluso de desarrollo sostenible (que hemos
comentado anteriormente), y, en consecuencia, rechazar la idea de
subdesarrollo. Calificamos de subdesarrolladas a unas culturas que poseen
conocimientos, técnicas (médicas, por ejemplo), sabidurías y artes de vivir a
menudo ausentes o desaparecidos entre nosotros; entrañan riquezas culturales,
incluyendo sus religiones de bellas mitologías, que, en algunos casos, no
participan de los fanatismos de las grandes religiones monoteístas, sino que
preservan la continuidad de los linajes a través del culto a los antepasados,
mantienen una ética comunitaria y una relación de integración con la naturaleza
y el cosmos. No se trata aquí de idealizar las sociedades tradicionales, que
tienen sus carencias, su cerrazón, sus injusticias y sus autoritarismos. Hay
que considerar sus ambivalencias, y, por lo tanto, ver también sus cualidades.
Por otro lado, debemos tener en cuenta todas las contradicciones del desarrollo
y promover los aspectos positivos de la occidentalización (los derechos del
hombre y de la mujer, las autonomías individuales, la cultura humanista, la
democracia). Estos elementos positivos pueden y deben fecundar una política de
la humanidad” (Morin, 2011, 48).
Europa sólo puede entablar relaciones de
cooperación y apoyo mutuo con el resto de los pueblos del mundo partiendo del
respeto absoluto a sus diferencias y a la conservación de los recursos
naturales de sus territorios. Todo lo contrario de los conflictos bélicos en
los que últimamente se ha embarcado la UE (Afganistán, Irak, Libia, Mali), cuyo
objetivo último no era la liberación de la opresión de ciertos pueblos, sino
más bien hacerse con el control de recursos energéticos estratégicos. Así,
convengo con Arthur M. Okun (1975, 119-120) en que “los derechos y poderes que
el dinero no debería comprar deben ser protegidos con regulaciones y sanciones
específicas (...) Una sociedad capitalista democrática se esforzará por buscar
mejores métodos para trazar los límites entre el dominio de los derechos y el
dominio de los dólares”
3.4. Europa debe dejar de ser un territorio
subdesarrollado
En el curso 1989-1990 los profesores
Tomás Carpi y Jordán Galduf me impartieron la asignatura Política Económica de los Países Subdesarrollados en la Universitat
de València. Seguíamos el manual de Michael Todaro (El desarrollo económico del Tercer Mundo) y el ensayo de Raúl
Prebisch (Capitalismo periférico).
Aprendí que las dos últimas décadas del siglo XX fueron de retroceso en los
ámbitos social y político para buena parte de los países empobrecidos del
mundo. De la mano del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se
habían aplicado en muchos de estos países políticas de ajuste que los habían
atenazado y hundido en el agujero negro de la pobreza y la dependencia. En
definitiva, que el capitalismo no es un sistema que introduzca paulatinamente a
los diferentes pueblos de la Tierra en las vías de la prosperidad y la
democracia. Más bien al contrario, cabe hablar de un esquema centro-periferia,
de manera que los países empobrecidos y “atrasados” se insertan en él bajo
relaciones de dependencia y dominación por parte del gran capital
transnacional.
Hace casi un cuarto de siglo, el FMI
campaba a sus anchas por los territorios más débiles del planeta, obligándoles
a tomar una medicina (las políticas de ajuste) que les condenaban a la
postración. Desde entonces, algunos países de América Latina se han sacudido
ese yugo, y han emprendido aventuras con otros compañeros de viaje. Más ahora,
el FMI ha aterrizado en Europa, y junto al Banco Central Europeo y la Comisión
Europea, dictan a los gobiernos las políticas a aplicar, que siguen siendo de
ajuste, claro, porque no se les conocen posturas alternativas más allá del
pensamiento único neoliberal.
Y de vez en cuando, en nuestra vieja
Europa, afloran informes…incluso del propio FMI, que nos hacen caer en la
cuenta de que la austeridad mata y propaga el dolor y la angustia de mucha
gente, porque no se había tenido en cuenta adecuadamente el efecto
multiplicador negativo sobre el nivel de renta asociado a un recorte de los
gastos públicos, porque la austeridad y la reducción rápida del déficit público
a toda costa impulsa el desempleo y la caída del consumo y la inversión…como si
todo ello no se conociera ya a partir de las enseñanzas de Keynes y la Gran
Recesión de los años 30.
Lo peor de todo es que aunque por propios
y extraños se reconoce el fracaso absoluto de las políticas de la troika en los
países periféricos del euro (especialmente los rescatados Grecia, Portugal,
Irlanda y España), no se ha cambiado ni un ápice el contenido de dichas
políticas más allá de una irrelevante y cicatera ampliación de dos años del
plazo para que algunos países alcancen el objetivo del 3% de déficit público
respecto al PIB.
En palabras de León Bendesky (2013), “La
reciente disputa surgida entre la directora del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y sus socios de la llamada troika, que incluye a la Comisión Europea (CE)
y al Banco Central Europeo (BCE), es más que una trifulca burocrática. Indica
el desconcierto con que se ha actuado ante la bárbara crisis que azota Europa
y, en especial, la zona euro. Tal desconcierto no es sólo de índole intelectual
o profesional, sino representa un falta de capacidad de gobierno y gestión de
la economía. La burocracia internacional del FMI y del BCE está muy rezagada
respecto de la naturaleza estructural de la crisis y sus repercusiones en el
terreno del trabajo, la producción y la organización de las finanzas (…) Lo que
está ocurriendo en Europa (…) Es la descomposición social y política, que en
buena medida parece replicar muchos elementos de lo sucedido en el periodo de
entreguerras”.
Cuando intereses particulares se
interponen y fuerzan cambios en el rumbo de las políticas públicas que las
alejan de la satisfacción de las necesidades básicas de las personas,
calificamos de subdesarrollada a esa sociedad, por su incapacidad de facilitar
una vida digna a su ciudadanía. La Unión Europea, para dejar de ser el
territorio subdesarrollado en el que se ha convertido, debe comenzar por romper
los lazos de dependencia o los hilos de manipulación de la marioneta que es en
la actualidad. Las estructuras de gobierno no tienen otra razón de ser más que
la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la gente.
3.5. La Tierra no está en venta: contra los
Tratados de Libre Comercio
De manera machacona se nos repite hasta
la extenuación que la liberalización comercial entre países favorece a todas
las partes que intervienen en dicho proceso. Que la especialización productiva
y el posterior intercambio permite maximizar la renta, la riqueza y el empleo[1].
Y aquí, como en multitud de ejemplos más, vienen al caso las palabras de
Eduardo Galeano cuando nos recuerda que “La división internacional del trabajo
consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”. ¿Por
qué lo llaman comercio cuando deberían decir rapiña?.
Y en este ámbito, la Unión Europea, en
vez de defender posiciones que alienten y respeten los territorios y los
intereses de la mayoría de los ciudadanos/as, se echa en brazos de Estados
Unidos y de la noche a la mañana anuncian el inicio de conversaciones con el
fin de aprobar un Tratado de Libre Comercio (TLC). Bueno, para que suene más
suave quieren llamarlo “Acuerdo de asociación transatlántica para el comercio y
la inversión” (TTIP: Transatlantic Trade and Investment Partnership).
Jean-Luc Mélenchon (2013) señala respecto
al TLC EEUU-UE que “Este vasto proyecto de liberalización de intercambios e
inversiones, conoce en este momento una aceleración espectacular, sin que
ningún pueblo europeo lo haya acordado y ningún gobierno lo haya nunca incluido
en su programa electoral (…) Como los tratados confieren a la Comisión una
competencia exclusiva en materia comercial, el Parlamento Europeo carece de
potestad para contravenir ese mandato (…) Esta operación liberalizadora
conlleva muchos matices. En primer lugar, “supresión total de derechos de
aduana” para los productos industriales y agrícolas. Ya sobre este asunto, el
acuerdo es peligroso para los europeos: según cifras de la Comisión, la tasa
media aduanera es del 5,2% en la UE y del 3,5% en USA. Eso significa que si los
derechos caen a cero, USA obtendrá un provecho 40% superior al de la Unión. Esa
ventaja para los productos fabricados en EEUU será amplificada por la debilidad
del dólar frente al euro. Y este desequilibrio será multiplicado por la debilidad
ecológica y social de los costes de producción USA. En tales condiciones,
aunque sólo sea por este aspecto cuantitativo, el acuerdo será una máquina de
deslocalizar, que agravará el paro (…) Para liberalizar el acceso a los
mercados, UE y USA deberán hacer converger sus reglamentaciones en todos los
sectores, pues las normas más duras son consideradas como obstáculos al libre
comercio. Pero, contrariamente a lo que afirman la Comisión (…) USA y Europa no
tienen “normas de un rigor análogo, en materia de empleo y de protección del
medio ambiente.” En efecto, los EEUU están hoy fuera de los principales cuadros
de derecho internacional en materia ecológica, social y cultural; no suscriben
muchas de las convenciones importantes de la OIT sobre derechos del trabajo; no
aplican el protocolo de Kyoto contra el calentamiento climático y rechazan la
convención para la biodiversidad, así como la de UNESCO sobre la diversidad
cultural, y otros compromisos que los países europeos sí han firmado. Los
modelos normativos estadounidenses son, en la mayoría de los casos, menos
constrictores que los europeos. Un mercado común EEUU-UE liberalizado, tiraría
entonces toda Europa hacia abajo (…) Veamos ahora la lista de estragos
previsibles. El primer impacto negativo será ecológico. El proyecto cuenta con
las exportaciones como solución para relanzar la actividad y se opondrá a toda
política que pueda permitir la reducción de la huella humana sobre la exósfera.
Por el contrario, al aumentar el tráfico mercantil aéreo y marítimo a través
del Atlántico, el esperado incremento de las exportaciones hará también
aumentar las emisiones de gas de efecto invernadero (…) En razón de las
diferencias mencionadas, este acuerdo será también una incitación al peor
productivismo en detrimento de la calidad social y ecológica de los productos
(…) Y a quienes esperaban que los servicios públicos fueran excluidos, hay que
precisar que ‘el acuerdo concierne también a los monopolios públicos, las
empresas públicas y aquellas con derechos específicos o exclusivos’ como
también a ‘la apertura de mercados públicos a todos los niveles
administrativos, nacionales, regionales y locales’ (…) de hecho este tratado será una anexión de
Europa por los EEUU, no quedará nada del ideal europeo. Será una renuncia a la
soberanía de los pueblos. Y no solo se destruirá nuestro presente sino que
nuestro futuro quedará en suspenso, pues ¿cómo plantearse, después, objetivos
europeos de armonización salarial o fiscal, o de cooperación reforzada, que son
obstáculos característicos para la libre competencia?”.
Víctor M. Toledo (2013) apunta con
desbordante sentido común que “Si estamos inmersos en una crisis de
civilización, tesis formulada hace dos décadas hoy casi unánimemente
aceptada, las vías para superarla no pueden venir sino de posiciones críticas
inéditas, construidas desde nuevas epistemologías, y que conllevan una praxis
política totalmente diferente a la asumida por los movimientos de vanguardia,
incluyendo los más avanzados. Hasta donde alcanzo a mirar, la única corriente
que logra realizar una crítica completa a la civilización moderna es aquella
que, sin proponérselo, se finca en lo que podemos denominar una ecología
política. Ésta parte de un principio formulado en la década de los setenta
por G. Skirbekk (Ecologie et marxisme, L’Espirit, 1974): la
transformaciones sociales ya no pueden explicarse a partir de la contradicción
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, sino entre esas y
las fuerzas de la naturaleza.
(…) Construir el poder social supone
organizar en la vida cotidiana la emancipación civilizatoria. Casi cada
institución procreada bajo la lógica del capital puede hoy ser confrontada por
instituciones alternativas, las cuales requieren de una sencilla fórmula
secreta: resistencia y organización social en plena solidaridad y alianza con
la naturaleza. Frente a las empresas y corporaciones existen las cooperativas
donde no hay patrones, sólo socios. Frente a los bancos (basados en la usura)
aparecen las cajas de ahorro y los bancos ciudadanos. Frente a la producción
agroindustrial de gran escala la pequeña producción familiar o comunitaria
fincada en la agroecología. Frente a la circulación desbocada de las mercancías
las redes de intercambio directo y en corto entre productores y consumidores, y
la autosuficiencia local, municipal, regional. Frente a los megaproyectos los
diseños de pequeña escala. Frente a la especulación financiera, la creación de
monedas alternativas y el trueque. En fin, frente a una racionalidad basada en
el individualismo, la competencia y la acumulación de riqueza material, una
ética fundada en la solidaridad, la reciprocidad, el bien colectivo y la
supervivencia de la especie”.
La UE debe proponer y defender unas
nuevas reglas y relaciones comerciales (en el seno de la OMC, o fuera de ésta)
donde la competencia a ultranza no se lleve a cabo a costa de los derechos
sociales y del medio ambiente. Aunque este planteamiento pareciera
revolucionario, no lo es. Esta posibilidad está recogida en el artículo XX del
Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) del año 1947, que forma parte
del acervo legal de la OMC. En concreto, podrán establecerse límites al libre comercio
(mediante prohibiciones o tasas arancelarias) cuando existan riesgos para “la
protección de la salud y la vida de las personas y de los animales o la
preservación de los vegetales” y “la conservación de los recursos naturales
agotables”. El Protocolo de Kyoto y la lucha contra el cambio climático serían
argumentos de peso para justificar una política antidumping social y ambiental por parte de la UE. A su vez,
mediante acuerdos bilaterales deberían implantarse preferencias comerciales en
beneficio de los países del Sur que mejor y más deprisa se adapten a las normas
internacionales de carácter social y ecológico (Montebourg, 2011, 72-73). La UE
tiene a su alcance los instrumentos para cambiar de vía, pero ¿tiene interés en
dar ese paso y asumir todas las consecuencias que ello entrañaría?
El fenómeno de la acelerada urbanización
que está teniendo lugar tanto en el Norte como en el Sur políticos tiene la
otra cara de la moneda en el éxodo rural masivo y el aumento de la desigualdad,
visualizado en los contrastes entre los barrios de lujo para los nuevos ricos
frente al hacinamiento en los suburbios de la población marginada. Los planes
de ajuste estructural, impulsados por el FMI en los países empobrecidos en el último
cuarto del siglo XX, tienen mucho que ver en la explicación de este fenómeno
perverso.
Desgraciadamente, las respuestas
políticas a la crisis están golpeando a las zonas rurales por doble vía. Por un
lado, los recortes de las políticas públicas en materia de derechos sociales
tienen mayor impacto en zonas rurales donde no existe la alternativa de
prestación de servicios por la iniciativa privada. Por otro lado, la reforma de
las administraciones públicas en el caso de España se está llevando a cabo
mediante el desmontaje de los Ayuntamientos (mediano y pequeños), privando así
a la ciudadanía rural de una vía cercana y natural de participación en los
asuntos públicos. La UE, si es que realmente le preocupa el desarrollo de una
democracia de alta intensidad basada en la participación ciudadana en los
asuntos públicos, debería exigir a España la retirada de este anteproyecto de ley
que eufemísticamente se denomina “para la racionalización y la sostenibilidad
de la Administración Local”. Si la UE desde dentro de la troika no ha tenido el
más mínimo problema en exigir a los países periféricos del euro reformas
legislativas de gran calado social y económico, ¿por qué no procede lo mismo
cuando se trata de asuntos que afectan de lleno a la calidad democrática de
nuestras sociedades?.
En la primitiva Comunidad Económica
Europea se unieron los pueblos buscando paz, libertad y dignidad en una Europa
arrasada por la guerra y el autoritarismo. Es posible que en el futuro, ciertos
estados abandonen la UE de las desigualdades sociales y la tiranía del capital,
persiguiendo igualmente la libertad y la dignidad de sus gentes. Los estados,
como las personas, permanecemos unidos cuando compartimos objetivos e instrumentos
para alcanzarlos, en caso contrario, lo que por mucho tiempo pudimos sentir
como propio, llegado un momento puede llegar a parecernos ajeno. En algunas
rupturas no hay expulsión, simplemente “mal amor”. Como el título del tango de
Malevaje, “No me quieras tanto mi amor, quiéreme mejor”, así le dicen los
estados periféricos de la zona euro a la Unión Europea.
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[1] Según Vicenç
Navarro (2013), “Así se han presentado todos los Tratados de Libre Comercio
(TLC) entre EEUU y Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Rusia,
Singapur, Vietnam y México. El más conocido fue el firmado entre México, Canadá
y EEUU, que tenía que haber sido la solución para el futuro de México. La
realidad, sin embargo, ha sido muy diferente, y los resultados muy opuestos a
los que se profetizaron. En el TLC entre México y EEUU se destruyeron empleos
en EEUU y también en México. En EEUU porque se desplazaron puestos de trabajo
hacia México. Pero en México también se perdieron puestos de trabajo, ya que
los que se ganaron resultado de la movilidad de empresas estadounidenses a
México fueron menores que los que se destruyeron como consecuencia de que las
economías de escala de las empresas estadounidenses y su fácil acceso al
crédito destruyeron muchas empresas pequeñas que no pudieron competir con las
grandes estadounidenses. El TLC benefició a empresas grandes muy influyentes de
Washington y en la Ciudad de México. Pero dañó a las clases populares y a la
clase trabajadora de los dos países, a los dos lados del río Grande. Tal
experiencia se ha repetido en todos los casos de TLC (…) De la experiencia de
otros TLC con EEUU se puede ya predecir que las medidas tomadas favorecerán
intereses muy particulares a costa de los intereses generales. Por ejemplo, el
TLC prohibirá el monopolio de los servicios públicos, como la sanidad,
exigiendo el desmantelamiento del Servicio Nacional de Salud, eliminando su
universalidad. Y todo ello en aras a la necesaria “competitividad y libre
comercio”. Y veremos cómo las élites gobernantes en la UE (que ya están tomando
medidas en esta dirección) darán la bienvenida a estos cambios. Hasta ahora, la
excusa para hacer tales cambios (como la privatización) era que así lo pedían
Bruselas, Berlín o Frankfurt. Ahora se añadirá Washington. Y continuarán
haciendo tales cambios con silencio, nocturnidad y alevosía, sin apenas
discusión pública. Y a todo ello tendrán la desfachatez de llamarlo democracia”.
7 comentarios:
Hola. Me ha gustado su artículo. Propone una visión o enfoque muy distinto a lo que se suele leer o escuchar.Que permite una importante reflexión o debate.
Sólo le pondría un pero. O mejor dicho, ni peros ni nada. Me plantea o genera una duda.
Y es que me da la impresión que puede ser equivocada o no. De que el concepto de desarrollo que maneja en su artículo. Es cuantitativo. Es decir a más desarrollo peores condiciones ecológicas etc
Sin embargo, introduciendo un concepto cualitativo de desarrollo, es decir, en el cual los recursos se distribuyeran de forma más justa, distributiva y ecológica.
No veo por qué, esto ahondaría en la crisis ecológica.
Ya que es cierto que los recursos son finitos, pero las necesidades también. Lo que ocurre es que están mal repartidos.
Y un cambio cualitativo en su distribución permitiría desarrollos en ese aspecto. Sin que existieran cambios cuantitativos en el empeoramiento de las condiciones socioeconómicas, culturales o ecológicas.
De todas formas agradezco la publicación de su artículo. Merece mucho la pena ser leido.
Gracias.
Un saludo.
En el anterior comentario he olvidado mencionar que ya se produce mucho más de lo necesario para toda la población mundial. Por lo que el problema es cualitativo. De reparto de tal riqueza.
Había olvidado poner esto.
Gracias de nuevo.
(I) Carta abierta de Leopoldo de Gregorio a Gregorio López a propósito de su artículo “El crecimiento económico”
Estimado Gregorio:
La situación que planteas es de muy difícil solución. Mientras que las circunstancias no nos obliguen de una manera drástica no veo como puede resolverse. Cuando veo que las respuestas de la mayor parte de los entrevistados en Madrid a tenor de la huelga de basuras es la de catalogarla en función de las molestias que les ocasiona, constato que ese subjetivismo sólo puede superarse cuando su incidencia se haga objetiva; (o lo que viene a ser lo mismo, universalmente subjetiva), cuando la experimentemos de una forma que supere nuestra personal subjetividad. Y esto, teniendo en cuenta la proyección en la que nos encontramos debido a la globalización me hace recordar aquella frase del Tenorio que rezaba “Cuan largo me lo fiáis”
Y sin embargo, todo lo que dices en tus artículos es completamente cierto. Lo que ocurre es que, a mi entender, para llevarlo a cabo es necesario prevalecer sobre al menos dos circunstancias casi insoslayables. La primera consistiría en someter ese subjetivismo que nos impide constatar la objetividad; la segunda y como consecuencia de aquélla que nos lleva a dicha objetividad, blindar las fronteras a toda injerencia exógena. Y esto es prácticamente irrealizable.
La dirección a la que este modelo nos está llevando (y mientras no lo transformemos, éste nos está marcando lo que haya de ser nuestro destino), es la antítesis de una sociedad. Exige ser más eficiente; y para conseguirlo tiene que recurrir a un arquetipo productivo de naturaleza tecnológica con el que progresivamente se ha de prescindir del trabajo asalariado. Es cierto que podríamos en cierta forma liberarnos, dedicando una parte (o la totalidad de nuestra capacidad de producción), a cometidos más relacionados con nuestra madre tierra; con lo cual reduciríamos el impacto que la estamos ocasionando como consecuencia de una serie de demandas tan prescindibles para el ser humano como indispensables son para el modelo que nos está llevando al holocausto. ¿Pero crees que esto es algo que lo pueda digerir una parte substancial de la ciudadanía?
Citas en tu artículo unas frases de Walden Bello que a mi entender, a pesar de contener un soplo de esperanza constituyen un monumento a la ingenuidad. Son las siguientes: (sigue en el siguiente comentario)
(II, continuación del comentario anterior) Carta abierta de Leopoldo de Gregorio a Gregorio López a propósito de su artículo “El crecimiento económico”
“La desglobalización no implica dejar de lado la economía internacional. Se trata más bien de encauzar las economías de modo que la producción, en lugar de estar enfocada fundamentalmente a la exportación, se oriente hacia el mercado local (con lo cual estas implicando que tenemos que ser más independientes del Exterior). Este enfoque, además, subordina conscientemente la lógica del mercado, la búsqueda de la rentabilidad de los costes, a valores como la seguridad, la equidad y la solidaridad social”. “La desglobalización o la recuperación del poder local y nacional, sólo se pueden conseguir dentro de un sistema alternativo para regir la economía global. Hoy en día lo que hace falta no es otra institución global centralizada, sino que el poder global esté menos centralizado, y se forme un sistema pluralista de instituciones y organizaciones relacionadas entre sí, guiadas por amplios y flexibles acuerdos”. (¿Crees posible conformar un sistema alternativo que por su naturaleza ha de trascender a lo que sean las fronteras?).
Para llevar a cabo este proyecto hemos de recusar la lógica a través de la cual se desarrolla la economía capitalista. (Y si me aprietas un poco, cualquier economía que no esté sometida a un control objetivo). ¿Hemos conseguido mejorar nuestras relaciones de producción y de distribución con nuestra entrada en la Unión Europea? ¿Y vamos a mejorar si no impedimos que esta Europa subscriba el Transatlantic Trade and Investment Partnership? Como ya le señalé a Francisco Álvarez Molina no es posible esperar que sin más bagaje que la buena voluntad nos sea dable forjar una “Economía del Bien Común”. En su manera de desarrollarse, la economía, como ciencia dedicada a la óptima utilización y distribución de los recursos, nada tiene que ver con las ciencias sociales. Como el resto de las ciencias (y es por esto por lo que constituyen ciencias) se encuentra determinada por unos antecedentes que han de reproducir unos consecuentes. Y como los humanos no nos encontramos completamente sometidos a la determinación (aun a pesar de que haya mucho que no crean en el libre albedrío), la economía ha de ser socialmente controlada.
(y III, continuación del comentario anterior) Carta abierta de Leopoldo de Gregorio a Gregorio López a propósito de su artículo “El crecimiento económico”
Este proyecto sería imposible materializarlo. Requeriría una centralización global totalitaria que por su naturaleza impediría que se formara “un sistema pluralista de instituciones y organizaciones relacionadas entre sí, guiadas por amplios y flexibles acuerdos”. Y ni esto es deseable ni como ya le señalé a Francisco Álvarez Molina, es posible esperar que sin más bagaje que la buena voluntad nos sea dable forjar una “Economía del Bien Común”. A mi entender es otro el camino a seguir. Hemos de recurrir a esa tecnología que al estar siendo utilizada de una forma subjetiva nos condena a la exclusión del mercado a través del cual ésta se está desarrollando. Y como esta tecnología existe, para ponerla a nuestro servicio tenemos que diseñar un modelo democrático que nunca existió. Un modelo que haciendo uso de ella, obstaculice las tendencias subjetivas de los individuos. Y este modelo ya ha sido diseñado. Sólo tenemos la necesidad de estar decididos a materializarlo. Es cierto que para ponerlo en práctica se precisaría llevar a cabo actividades coactivas ¿pero no es la coacción a la que nos encontramos sometidos la que nos ha llevado a esta situación? ¿No han sido la PAH y el Movimiento Okupa las que han cuestionado y puesto en la picota las formas en las que se desenvuelve esta economía?
Si tenemos en cuenta los fundamentos de la Lógica, es de entender que antes de que la totalidad de los sedentes se levanten, los que ya lo tengan casi todo, ante el temor de que puedan perderlo (como de hecho ha ocurrido a lo largo de la historia), intentarán paliar la situación a través de políticas redistributivas (como también ha ocurrido con recurrente reiteración). No obstante, estas políticas nos habrían de llevar a una serie de escenarios tan insoslayables como la solución de los problemas que con las mismas se tratarían de evitar. Y es que las desigualdades a nivel mundial son tan enormes, que en función de la globalización que para bien o para mal hemos alcanzado, esa redistribución (conjuntamente con la necesaria integración que tendría que acompañarla) estaría cuestionando la propia viabilidad de este proyecto. Con lo cual, ese subjetivismo que nos impide analizar con objetividad nos habrá de obligar a tener que blindar nuestras fronteras a toda injerencia exógena, o en el cúmulo de ese subjetivismo, a que desde el Poder vuelvan a contemplarse las opciones descritas por Susan George en “El proyecto Lugano”
Muchas gracias por los comentarios recibidos y por el interés que demostráis sobre el tema.
Respecto al comentario número 1, completamente de acuerdo. Hoy por hoy no es que la producción de bienes y servicios a escala mundial sea insuficiente para satisfacer las necesidades humanas básicas, y ello justifique seguir abocados a un crecimiento adicional. No. Es una cuestión de reparto desigual de la renta y la riqueza, de los países enriquecidos respecto a los empobrecidos, e incluso dentro de las sociedades duales y polarizadas de dichos países. Como dice Jean Ziegler respecto a la mejor política de ayuda al desarrollo: "A los países empobrecidos no hay que ayudarles, hay que dejar de robarles". La desigualdad aberrante de nuestro mundo no es un designio divino, sino el resultado de un robo violento y salvaje del capitalismo contra la mayor parte de los seres vivos del planeta.
En cuanto a los comentarios 3, 4 y 5 de Leopoldo, coincido con él en que no cabe esperar que el giro profundo que tiene que dar nuestra sociedad sea impulsado desde desde un sistema político a modo de dictadura benevolente que en un momento dado pueda percatarse de que el colapso ecológico y social está a la vuelta de la esquina. Algo parecido a lo que Carlos Taibo define como un darwinismo social en el seno de un sistema totalitario (que evidente no podemos ni debemos admitir como inevitable). Creo firmemente en que allí y acá, poca gente en muchos grupos actuando en cercanía, organizándose de otra manera y soltando amarras de un individualismo vacío, serán capaces de descubrir nuevas vías y atreverse a transitarlas, sin miedo alguno, con esperanzas, de que hay mucho por descubrir a la vez que casi todo está por enterrar. No nos desanimemos, los cambios los hacen las personas, y las semillas, antes o después despiertan...siempre
. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años
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