martes, 25 de marzo de 2014

LO QUE HE VIVIDO DENTRO DE LA MARCHA DE LA DIGNIDAD

He tenido la dicha de caminar durante una semana con la columna sureste de la marcha de la dignidad. Más de 200 mujeres y hombres de las provincias de Murcia, Alicante, Valencia y Albacete que pusieron rumbo a Madrid para decir alto y claro LAS PERSONAS PRIMERO.
Sin menospreciar en ningún momento el resultado (el éxito final de la manifestación del sábado 22 de marzo), lo mejor fue el proceso (el camino previo que nos llevó hasta Atocha). Desde el primer momento en que uno se incorpora a la marcha, se tiene la sensación de estar con amigos/as de toda la vida, con los que puedes retomar una conversación en el mismo punto en que se dejaba ayer. Gentes curtidas en mil luchas justas, que rebosan sencillez y humanidad, que tienen muy claro que sólo hay un camino para enfrentar la actual fase de rapiña global del gran capital: reforzar los vínculos que unen a quienes creen en la cooperación y la fraternidad entre los pueblos.
Y en el camino se entremezclaban afectados/as por los desahucios, desempleados/as, defensores de sanidad, educación y servicios sociales públicos y de calidad, colectivos de discapacitados/as, ecologistas, partidarios de realizar una auditoría a la deuda pública, concejales/as de ayuntamientos, militantes y simpatizantes de partidos políticos y sindicatos que se oponen a los gobiernos de la troika,…y personas normales y corrientes, que se niegan a ser cómplices con su silencio y su pasividad de políticas públicas que destrozan y humillan a la gente.
Y como siempre, hay altos en el camino, que sirven para reponer fuerzas y para saborear el paisaje, constatando que los anhelos de cada uno/a de nosotros/as son compartidos por mucha más gente en lugares que ni siquiera conocíamos. Los recibimientos de la gente de los pueblos de la ruta con sonrisas cómplices, con lágrimas de emoción y/o con el puño en alto, hacen que el desayuno, la comida o la cena, preparada por extraños/as, sepa igual o mejor que en nuestra propia casa: caldo de patatas con bacalao, con cordero, con verduras, cocido, estofado de habichuelas, tortillas de patatas, macarrones, bocadillos de chorizo, caldo reparador, fruta, café con leche, magdalenas, galletas,… Una metáfora de lo que es la cooperación entre iguales: dividiendo tareas y estando prestos a echar una mano en todos aquellos temas que incumben a la comunidad. Sin temer ni preocuparnos por la manera en que resolveremos nuestras necesidades básicas, porque sabemos que si todos/as nos responsabilizamos de todos/as, hay recursos y manos de sobra para que nadie quede marginado, y para que además, crezcamos como personas y nos lo pasemos bien.
Lo público (lo comunitario) por su capacidad para la redistribución de la renta y la riqueza, así como para garantizar los cuidados a las personas dependientes, es el instrumento clave para luchar contra la desigualdad y para mejorar la calidad de vida. Los intereses privados SIEMPRE deben estar supeditados a los comunitarios, no como ahora que ocurre justo al revés. Y para ello, las marchas de la dignidad predican con el ejemplo, reuniéndose en Asamblea, debatiendo y decidiendo de manera transparente, al contrario que el actual sistema político al que “llaman democracia y no lo es, es una dictadura y lo sabemos”.
Personas diversas que se juntan con el objetivo de construir un mundo justo e inclusivo. La marcha de la dignidad es el camino.

lunes, 3 de marzo de 2014

DE HUELLAS Y OLMOS VIEJOS…ANTONIO MACHADO SIEMPRE

 
En los últimos años, las clases medias y bajas de los países capitalistas de segunda división (España entre ellos), están experimentando en propias carnes una mayor precariedad y falta de esperanza en el futuro. El 80% de la población mundial, arrinconada y explotada en los países empobrecidos, ya estaba instalada en una crisis permanente desde mucho tiempo atrás, pero eso no era un problema acá.
Aquella máxima de que el crecimiento económico resolvería los males de todos/as, de los de arriba por la progresiva acumulación y de los de abajo por el rebosamiento de la opulencia, ya no tiene más recorrido. Además de ser profundamente inhumana e injusta, y sólo por eso estar condenada a ser reconsiderada (por las buenas) o dinamitada (por las malas), también nos hemos percatado de que la explotación a gran escala de los recursos naturales (materiales y energéticos) en que se basaba, ha llegado ya a su cénit, y ahora sólo cabe prepararnos para un futuro donde si hay algo seguro es que nuestros estilos de vida ya no serán continuación de los que han tenido lugar durante el último siglo de uso masivo de petróleo y envenenamiento de la Naturaleza.
Creo que las metáforas de Machado, sobre las huellas y el camino, sobre el olmo viejo, nos dan pistas para repensar nuestras vidas personales y sociales, en la perspectiva de un nuevo mundo. Nuestra libertad, si realmente hacemos uso de ella (que ese es otro cantar), nos permite poner nuestros pies allá donde queramos. Aunque desde arriba se nos construya una autovía de gran capacidad y se nos lance por el carril de aceleración, para transitar por caminos marcados donde la prisa nos distrae de la vida, las gentes pueden juntarse, abajo, para intuir estelas de dignidad, que a ras de tierra, tomando lo mejor de aquellas culturas que nos precedieron en el espacio, revitalizar nuestros territorios, rompiendo el maleficio de la uniformidad y de la globalización mercantil que siembran la alienación por doquier.
El olmo viejo es el espíritu trascendente de la humanidad, garantía de convivencia, respeto y cooperación. Al final, las hojas verdes (que no brotes del mismo color, que eso suena a neoliberalismo puro y duro), son la vida, que cada primavera acude puntual a su cita con todos los bichos y matojos. La primavera, en nuestras culturas rurales olvidadas y despreciadas, es la explosión de la vida sin ataduras, y sólo domesticada un poco para conseguir el sustento de las personas. Porque las personas no estamos hechas para competir a muerte unas con otras, sino para cooperar. Lo monetario no debe convertirse en el fin último de nuestras vidas, y cuando así ocurre, mucha gente, comenzando por nosotros/as mismos/as, lo pasamos mal. El olmo viejo (sabio por viejo) es la victoria de la vida, al que le bastan las lluvias de abril y el sol de mayo para resucitar de su letargo. Aún no estamos muertos, y vivos no podemos descansar en paz mientras las injusticias aporrean la aldaba de nuestras conciencias, mientras nuestras formas de estar y de ser alientan dichas injusticias.
Ni a leñadores ni a carpinteros sin escrúpulos debemos vender la vida que nos rodea y la vida que somos. En mi tierra los almendros ya han florecido y prometen fruto si logramos alejar el frío de la indiferencia.