martes, 24 de abril de 2018

HE NECESITADO CASI MEDIO SIGLO PARA DESPEJAR ALGUNAS DUDAS

HE NECESITADO CASI MEDIO SIGLO PARA DESPEJAR ALGUNAS DUDAS
 
La rapidez en percibir las verdaderas fuerzas que dan forma a la realidad no es mi fuerte. No obstante, al final termino por tenerlas claras. Bien porque con el tiempo acaban manifestándose de manera diáfana, bien porque mi propia experiencia vital acaba dándose de bruces con ellas. Confieso que esta última manera de aprehender el entorno que nos rodea es mucho más revulsiva y enriquecedora que cualquier otra: “golpe a golpe, verso a verso”.

Para poner mi granito de arena en la tarea común de entender y transformar el mundo he leído, pensado, viajado, conversado y observado. He participado en colectivos sociales, culturales, ecologistas, así como en organizaciones políticas e instituciones públicas. No me arrepiento de haber transitado todas estas sendas. Al contrario, lo he aprendido todo de mi caminar por ellas, conociendo a quienes hoy son mis mejores amigos/as.
De un tiempo a esta parte veo algo de luz. No la cegadora que todo lo ilumina, sino fueguitos galeánicos que apenas me permiten vislumbrar el rostro de quien tengo enfrente, suficiente en todo caso para no temer a la oscuridad, para sentir calor en medio de este páramo desabrigado.
Me he percatado de las serias limitaciones de la vía institucional para superar este sistema capitalista que se muere a rajas, y que en su agonía arrastra al colapso a la mayor parte de las personas y criaturas del mundo. No dudo que en algunos casos el activismo social y político permite suavizar aquellos rasgos más agresivos del propio sistema pero, sin restar importancia a ello, hasta ahora se ha manifestado absolutamente incapaz de desactivar e invertir las estructuras que alimentan la patológica desigualdad social, la violencia estructural y el brutal deterioro ambiental de nuestro mundo. La globalización capitalista es el triunfo del todo-mercado, y exigirle compasión es lo mismo que pedir peras al olmo.
Creo que hay que
- seguir denunciando públicamente las injusticias y desatinos de este sistema que muere matando, sin gastar demasiadas energías, incluso con sentido del humor e ironía, aunque sólo sea para evitar que las piedras espontáneamente hablen por nosotros/as,
- seguir intentando tener presencia en ámbitos de representación y decisión política institucional, principalmente en el marco de los municipios, para hacer más amable este final de etapa y la consiguiente transición ecosocial que se nos viene encima, en ningún caso para gestionar lo que hay ni para insuflar oxígeno al sistema, sino para adelantar su desmontaje ordenado.
No obstante estas inercias del activismo social y político occidental propio de los dos últimos siglos, sobre las que insisto que no deposito apenas esperanzas transformadoras sino en todo caso paliativas, pienso que dos son las vías de acción preferentes e inaplazables, que van a tener mucho más recorrido en un futuro inmediato, a pesar de que su tránsito pueda encontrarse plagado de vacíos, dudas y obstáculos.
La primera es la resistencia y la movilización en defensa del territorio donde vivimos. De sus aguas, suelos y aires, que en última instancia nos permiten la vida digna. Es cierto que desequilibrios globales como el cambio climático están trastocando todo, pero si localmente luchamos por evitar procesos de contaminación y agotamiento de recursos en nuestro ámbito, el postcolapso puede que sea más esperanzador. Sin olvidar nunca que la contaminación más peligrosa y contagiosa es el individualismo y la competencia.
La segunda es la construcción de espacios autogestionarios, libertarios, pacifistas y antipatriarcales, pegados a los territorios, para afrontar y resolver comunitariamente las necesidades básicas de personas y colectivos. Y ello aunque todavía el capitalismo, a su modo, pueda ofrecer de manera mercantilizada y parcial la satisfacción de algunas de estas necesidades.
Se trata de dos opciones propias de sociedades en transición a un estilo de vida cooperativo, menos complejo y depredador de recursos naturales, que identifican que el colapso ya está aquí, en forma de desigualdades sociales aberrantes, de guerras y violencias por doquier y de destrucción masiva de múltiples formas de diversidad biológica, cultural y comunitaria.
La “vía” que diría Morin es salir de esta megamáquina mumfordiana desbocada que es el capitalismo, que avanza haciendo jirones a cuerpos y almas. No sabemos dónde tendrá su final, ni lo que arrastrará el tsunami de su caída, pero sí podemos decidir cuándo comenzar a desacoplarnos individual o colectivamente para construir nuevas formas de relacionarnos con la vida.

domingo, 22 de abril de 2018

CUANDO GOBERNAR ES FRENAR: LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA DE CASTILLA-LA MANCHA DESBOCADAS


Cada día los boletines oficiales de las provincias de Castilla-La Mancha publican anuncios de tramitaciones de nuevas concesiones de aguas subterráneas en todas sus cuencas hidrográficas. La transformación de cultivos leñosos en regadío (viña, almendros, pistachos, olivos) y las macrogranjas (porcino fundamentalmente, pero también avícolas), son los proyectos que se llevan la palma en cuanto a la finalidad de dichas concesiones.
 
En los últimos meses el goteo de nuevos proyectos es incesante, como nunca antes se había visto. Imposible de abarcar y estudiar en su totalidad por las organizaciones ecologistas, casi las únicas que están formulando alegaciones a los mismos. Estas burbujas que especulan con la tierra y el agua están inflándose a marchas forzadas, igual que en su día ocurrió con el urbanismo y el ladrillo. Y olvidamos que el final de las burbujas es siempre el mismo, explotar, y que las consecuencias las sufran principalmente quienes en nada se beneficiaron de su auge: la gente normal y corriente.
Corresponde a la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente resolver sobre estos proyectos en cuanto a impacto ambiental y ordenación agraria, y a las correspondientes Confederaciones Hidrográficas sobre nuevas concesiones de agua. Salvo excepciones, casi siempre como consecuencia de la presión ciudadana, estas solicitudes se resuelven favorablemente, dando una vuelta más de tuerca a nuestros frágiles ecosistemas al borde del colapso.
Esta es la planificación territorial de nuestras administraciones públicas: convertir Castilla-La Mancha en un vertedero y un desierto. Multitud de actividades de alto impacto ambiental que se autorizan una a una, de manera independiente, sin una adecuada evaluación ambiental integrada que permita valorar el efecto acumulativo de esos proyectos individuales sobre el agua, el suelo y la atmósfera, tanto en el propio territorio como a escala global. Cuando una parte de la ciudadanía y los pueblos más afectados claman por frenar y pensar antes de que sea demasiado tarde, los gobiernos de todos los niveles (salvo dignas excepciones de algunos ayuntamientos), se dirigen a toda máquina contra el acantilado.
Recuerdo unas declaraciones del Ministro de Industria del segundo gobierno Zapatero (2008-2011), Miguel Sebastián. En una entrevista de 2013, cuando preguntaron a Sebastián porqué el gobierno del que él formaba parte no desactivó la burbuja inmobiliaria que crecía fuera de control en España, respondió que eso era como “quitar el ponche y la música en medio de la fiesta”. Efectivamente, esa es la tarea de los gobiernos, frenar dinámicas explosivas. Como no se hizo en su momento, la crisis de la economía española fue la más intensa de la Unión Europea tras la de Grecia, dejando sin empleo a casi 6 millones de personas, desplegando políticas de recortes sociales salvajes como nunca antes se habían conocido, dejando en riesgo de pobreza y exclusión a casi un tercio de la población, sumiendo en la precariedad a millones de personas a pesar de tener un empleo, expulsando de este país a más de un millón de jóvenes.
Gobernar no es dejarse llevar por las inercias de grupos de presión más o menos explícitos, que sólo buscan de los gobiernos políticas que favorezcan sus intereses particulares. Gobernar es decidir qué hacemos hoy para que mañana estemos mejor. Las personas no vivimos del ponche, ni siquiera de los alimentos ni bienes que compramos en el mercado. Vivimos del sol, el agua y la tierra, a partir de las cuales obtenemos todo lo demás.

martes, 17 de abril de 2018

LA BURBUJA FINANCIERA DE LAS MACROGRANJAS EN CASTILLA-LA MANCHA YA ASOMA LA PATITA


 
La agencia de noticias Reuters, especializada en información financiera, anunciaba el lunes 16 de abril de 2018 que un grupo inversor chino estaría planteándose adquirir Incarlopsa por 1.000 millones de euros. Dicho grupo es Kam Fung Group Company Limited, radicado en Hong-Kong, especializado en el negocio inmobiliario, la construcción, el turismo, la minería y la inversión financiera. En este último ámbito, invierte en activos nacionales y extranjeros, financiando proyectos, fusiones y adquisiciones de empresas.  Como se ve, ninguna relación con el sector cárnico. Tampoco es necesario, como se trata de especular, lo mismo vale para un roto que para un descosido. Donde huela a dinero, allí que meten sus narices.


Incarlopsa (Tarancón, Cuenca) junto al Grupo Fuertes-El Pozo (Alhama de Murcia) son dos de las principales empresas del sector cárnico en España. Ambas, a través de otras empresas filiales (Cefusa en el caso del Grupo Fuertes e Icpor-Soria en el caso de Incarlopsa), están detrás de la pretensión de instalar cientos de macrogranjas de porcino en varias comunidades autónomas, especialmente en Castilla-La Mancha.

En la jerga financiera se utiliza el eufemismo “grupo inversor” en vez de su denominación más propia de “fondo especulativo”. Estos grupos deciden invertir en aquellas actividades de las que esperan una elevada rentabilidad a corto plazo. Normalmente no se trata de inversiones a medio y largo plazo, preocupadas por la imagen y la fortaleza de la empresa que adquieren, sino que buscan su reestructuración para hacerla atractiva a su vez a nuevos inversores especulativos y venderla entera o a trozos nada más que se presente la ocasión, incluso a veces a empresas del propio sector de la adquirida, reduciendo así la competencia, dando lugar a oligopolios. ¿Y si el Grupo Fuertes-El Pozo estuviera detrás de esta operación? Es una simple especulación.

Tras estos años de crisis, todos/as sabemos lo que significa el eufemismo “reestructuración” empresarial: división en diferentes líneas de negocio, externalización de tareas y riesgos, endurecimiento de condiciones laborales, expedientes de regulación de empleo, creación de filiales en paraísos fiscales para reducir el pago de impuestos, etc.

Si hoy un grupo de capital privado chino quiere comprar Incarlopsa (31 millones de euros de beneficios en 2016) y pagar 1.000 millones de euros, es gracias a que Incarlopsa ha conseguido contar con el apoyo legislativo y financiero de diferentes instancias de gobierno a sus planes de rodear sus mataderos de más de un millón de cerdos en macrogranjas intensivas y así asegurar el abastecimiento para su plan de expansión. Es esta fuerte proyección de crecimiento a corto plazo la que ha disparado los deseos de grupos de inversión especulativos por comprar Incarlopsa, y así se cierra el círculo del pelotazo. Veamos.

El Programa de Desarrollo Rural de Castilla-La Mancha (2014-2020), con financiación del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER), está subvencionando con dinero público la instalación de macrogranjas de porcino por toda la región, especialmente en las áreas más despobladas y deprimidas desde el punto de vista económico. Igualmente apoya mediante la orden FOCAL (Fomento de la Calidad Agroalimentaria) a las propias empresas de transformación cárnica. La puesta en funcionamiento de dichas macrogranjas es indispensable para que salgan adelante los planes de expansión de estas empresas, que mejoran sus resultados económicos actuales y previstos, y se convierten en objetivo de grandes grupos de inversión especulativos, para los que la actividad productiva a medio y largo plazo no tiene ningún interés, estando sólo preocupados por materializar plusvalías a la mayor brevedad posible con la reventa de la empresa que acaban de comprar.

Vivimos en un sistema capitalista de libre empresa. Los gobiernos, salvo raras excepciones, no pueden inmiscuirse en las decisiones de los/as propietarios/as de una empresa de venderla al mejor postor. De acuerdo. Pero los gobiernos si tienen la capacidad de dirigir la legislación y los fondos públicos para ayudar a empresas y sectores anclados al territorio contra viento y marea, respetuosos con la conservación de la naturaleza y con el trabajo decente de las personas, elementos que en última instancia permiten prosperar a nuestros pueblos y comarcas.

En resumen, hay que ponerse en guardia cuando un gran fondo de inversión especulativo pone sus ojos en un territorio. La reciente crisis financiera ha demostrado que las verdaderas armas de destrucción masiva no estaban en Afganistán, Irak ni ningún otro país arrasado por esta causa. Hoy, las verdaderas armas de destrucción masiva son financieras, y les dejamos moverse a sus anchas por todo el mundo.