lunes, 14 de octubre de 2019

Ecuador: ¿economía o vida?


 
La mayor parte de los medios han contado que, detrás de las protestas que ha vivido Ecuador durante las dos últimas semanas, se encontraba el descontento social por la importante subida del precio de los carburantes.

La gasolina pasó de 0,50 a 0,60 dólares/litro, mientras el diesel lo hizo desde 0,27 a 0,60 dólares/litro. El motivo fue la retirada del subsidio gubernamental que mantenía los precios por debajo de los de referencia internacional.
Además, aunque esto ha transcendido menos, para hacer frente a la deuda pública del Estado también se han aumentado impuestos, se han flexibilizado las leyes laborales y se ha recortado gasto público. Tanto estas medidas como la subida de los carburantes se han llevado a cabo por indicación del Fondo Monetario Internacional (FMI), como condición para obtener un préstamo de emergencia de más de 4.000 millones de dólares de este organismo.
La lucha tenaz del movimiento indígena, junto a otros colectivos sociales, ha sido clave para forzar la marcha atrás de un gobierno alineado con las políticas neoliberales exigidas por el FMI. Sólo por eso veo con simpatía y esperanza este octubre quiteño. Hoy día, los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes de Nuestra América, y otros lugares “subdesarrollados” del planeta, todavía guardan las esencias culturales para hacer realidad las alternativas a este capitalismo global que conduce a la humanidad, sin remedio, al colapso ecosocial.
Creo que ésta va a ser una constante a multitud de conflictos en las próximas décadas. La combustión de las energías fósiles agrava el mencionado colapso y hace más difícil la obligada transición a otros sistemas que pongan la vida en el centro. No obstante, no se atisban políticas públicas que definan un escenario futuro basado en la autogestión, la diversidad cultural, el territorio y la ayuda mutua. Pareciera, en el mejor de los casos, que nos conformamos con un neoextractivismo “más amable”, y seguimos otorgando a los Estados Nación, con gobiernos neoliberales o socialdemócratas, da igual, un papel protagonista en el apuntalamiento de un capitalismo en quiebra.
Si hay que quemar todo el petróleo que albergan las entrañas de la Tierra, en el transporte, la industria, los negocios agroganaderos, que sirva por lo menos para que las clases populares se den un pequeño festín preapocalíptico.  Lo de construir comunidades nuevas de fraternidad con todas las formas de vida o cuidar las que ya existen, si eso, para más adelante.
 

domingo, 31 de marzo de 2019

¿ESPAÑA VACIADA O ESPAÑA SAQUEADA? CAMPOS, MONTES Y PERSONAS AL SERVICIO DE LA GLOBALIZACIÓN



Miles de personas se han manifestado en Madrid bajo el lema “La revuelta de la España vaciada”. Han exigido políticas públicas de servicios, infraestructuras y de desarrollo económico para invertir la despoblación galopante de la mayor parte del interior peninsular. A la misma han acudido, además de gentes luchadoras de nuestros pueblos, representantes de partidos políticos y gobiernos de diferentes instancias territoriales, incluso de aquellas que nunca han creído (ni creen) en los pueblos más que para conseguir sus preciados votos en las elecciones.


El término vaciada se refiere a la consecuencia de décadas de políticas públicas al servicio de la acumulación capitalista. Desde la época de las grandes colonizaciones, pasando por la revolución industrial hasta la actual globalización, los campos, los montes y las personas de los ámbitos rurales han cumplido un papel funcional y subordinado al servicio de la acumulación capitalista. El éxodo rural ha abastecido de mano de obra barata y consumidores/as sumisos/as y dependientes del mercado para garantizar los beneficios del capital industrial, comercial y financiero

Si hubiéramos optado por el término saqueada, habríamos puesto el énfasis en las causas de la despoblación, que no son otras que la puesta a disposición del gran capital de los recursos rurales tanto humanos como naturales.

Al mundo rural del Norte y del Sur global no le sientan nada bien las políticas aplicadas desde las administraciones públicas y organismos económicos internacionales. Políticas pensadas para insertarlo en una dinámica de maximización del beneficio y la productividad a toda costa. Dinámica que ha sido la responsable de una desigualdad social y territorial como nunca antes había tenido lugar en la historia de la humanidad.

Las políticas de desarrollo rural hoy en España no van más allá de insertar a los territorios rurales en los flujos comerciales especulativos definidos por el capitalismo global. El turismo de masas, los negocios de agricultura y ganadería industrial, las explotaciones mineras, la urbanización especulativa, las infraestructuras diversas para la extracción de recursos naturales y/o la recepción de residuos, En todos los casos actividades generadoras de grandes impactos ambientales y de quiebra social.

No me preocupa el desierto demográfico actual de buena parte del territorio. Al final la gente decide dónde fijar su residencia de acuerdo con la facilidad para satisfacer sus necesidades, comenzando por las más básicas. El modelo de urbanización desaforada tiene sus días contados. En cuanto los flujos no renovables de materiales y energía que hoy lo sustentan comiencen a colapsar de manera más contundente aún, tendrá lugar un nuevo proceso de ruralización, simplemente por necesidad.

Si me preocupa que la transición urbano-rural inminente tendrá lugar en condiciones ecosociales especialmente duras. Buena parte del patrimonio cultural y biodiverso ligado al mundo rural se habrá deteriorado o perdido de manera irreversible, haciendo mucho más difícil el camino hacia una vida digna. Nuestros/as mayores campesinos/as y pastores/as tenían espacios vivos, conocimientos, técnicas y semillas, fruto de siglos de adaptación al medio mediante técnicas simbióticas y comunitarias. Justo lo contrario de la competencia y el individualismo propios del capitalismo. Por ello, más que pedir al Estado, deberíamos protegernos de todas las políticas que emanan de sus organismos con el objetivo declarado de salvar el mundo rural. Lo comunitario y lo local frente al Estado y el mercado global, que hoy por hoy, son la misma cosa.