sábado, 19 de abril de 2008

CUANTOS MÁS SONDEOS, MENOS VIDA

La PLATAFORMA CIUDADANA EN DEFENSA DE LAS FUENTES DE LOS RÍOS SEGURA Y MUNDO defiende la última oportunidad para la vida. Esa vida que desde hace más de 20 años ha sido sistemáticamente aniquilada en los principales paisajes del agua de Castilla-La Mancha, sin que hasta la fecha nada se haya conseguido avanzar en pos de la recuperación ambiental, más bien al contrario, se ha incidido y profundizado en su deterioro a pasos agigantados. Y para muestra, los siguientes botones:
Un río Tajo desangrado por un trasvase de codicia económica hacia otras cuencas (ayer y hoy hacia Levante, mañana hacia La Mancha). En vez de dejar correr el río, le pegamos tajos por todas partes, propios y extraños, y entramos en disputas estériles sobre quién quiere más al Tajo. ¿Qué dice el río? (porque no nos cabe duda que siente): “No me queráis tanto,… queredme mejor”. La coherencia del discurso del agua de Castilla-La Mancha se derrumba estrepitosamente cuando se trata de valorar los trasvases, y en vez de principios de sostenibilidad ambiental y unidad de cuenca hidrográfica nos basamos en conveniencias de especulación económica: si al trasvase del Ebro del Plan Hidrológico Nacional del año 2000, no al trasvase Tajo-Segura, si al trasvase Tajo-La Mancha, si al reciente trasvase del Ebro a Barcelona,… Esta maraña de despropósitos no hay por donde cogerla, y se define a sí misma.
Una cuenca alta del Guadiana ejemplo internacional por excelencia de la brutalidad y los excesos en el uso del agua. En este caso, a diferencia del Tajo, no ha tenido que venir nadie de fuera para hacer un desierto donde antes brotaba el agua y la vida por todas partes. Ya no hay verdugos foráneos que nos hagan sentirnos víctimas desamparadas, causantes de todos nuestros males. Pozos y más pozos para regar sin fundamento ambiental ni control social sólo han traído multimillonarias subvenciones para unos pocos, vulnerabilidad y dependencia para la mayoría y destrucción irreversible de ecosistemas únicos.
Un río Júcar permanentemente en la cuerda floja y sin red, desconectado de sus acuíferos, que se sigue secando a pesar de contar con un Plan Hidrológico de Cuenca aprobado por consenso de las principales Comunidades Autónomas afectadas. Y es que los ríos, acuíferos, fuentes y manantiales florecen en la cooperación y se marchitan con la rivalidad. Confundir la vocación natural de un territorio con los beneficios monetarios derivados de un sistema agroalimentario mundial insostenible en lo ambiental e injusto en lo social ha llevado a más y más pozos en la provincia de Albacete,… y en consecuencia a más y más problemas para satisfacer las necesidades de agua de la población y de la Naturaleza. Y así, de cuando en cuando, como ahora esta pasando, se nos recuerda a la población que obras faraónicas recientemente realizadas para abastecer la ciudad de Albacete con aguas superficiales deben dejar de funcionar (porque sobreestimamos su abundancia). Por ello se apela a las subterráneas, que siempre están ahí, aunque cada vez más esquilmadas por la sequía de ideas y las anteojeras que impide a nuestros gestores darse cuenta que no falta agua, sino que sobran usos despilfarradores y antisociales.
Hasta el río Cabriel y todo su valle, escondido en La Manchuela de Albacete y Cuenca, y alejado de las principales zonas de bombeos, no escapa de los largos tentáculos que roban sus aportes a través de manantiales y fuentes. Y es que el agua que se extrae del subsuelo, siempre faltará a la hora de hacer inventario en los paisajes del agua de superficie. El secado de manantiales y fuentes que nunca dejaron de brotar está siendo galopante en los últimos años, comenzando por aquellos que están en las cotas topográficas más elevadas, en paralelo a la caída continuada de los niveles piezométricos de los acuíferos de La Mancha Oriental. Desgraciadamente, los ríos sólo son noticia cuando se secan o contaminan, lo cual no es más que el paso final del deterioro progresivo que comienza con el colapso de toda la red circulatoria menor que extiende la vida por los espacios del agua. Así, el Cabriel, ya ha comenzado a morir.
Y todo este preámbulo, para llegar a lo que hoy nos ocupa y preocupa: PONER FRENO A LOS SONDEOS EN LAS CUENCAS ALTAS DE LOS RÍOS SEGURA Y MUNDO. Basta ya de excusas sin fundamento que sólo sirven para justificar obras y actitudes que ahondan en el deterioro. El asalto a los recursos de agua de las cuencas altas es el paso definitivo en la liquidación del ecosistema de la Sierra del Segura, porque la excepcionalidad que se nos quiere hacer creer (sólo para períodos de sequía) es ya la norma en este país… y sólo por sacar el agua un poco antes a la fuerza, mediante combustibles fósiles contaminantes, en vez de esperar a que aparezca tranquila por su propio pie y en su discurrir hacia la cuenca baja y hacia el mar deje regueros de vida por los pueblos y aldeas de la Sierra, una tierra deprimida según los cánones de la economía neoliberal, pero absolutamente rica, con futuro y bendecida por la Naturaleza, que es la mejor de las bendiciones.

SIEMPRE PREFERÍ LAS REDES DE LOS TRAPECISTAS

Hace unos días se celebró en San Salvador de Jujuy (Argentina) y Tarija (Bolivia) el III Encuentro del Proyecto Transnacional de Cooperación al Desarrollo “Tejiendo Redes”, en el que tuve la suerte de participar.

Amigos y amigas implicados en grupos de desarrollo rural de Guatemala, Uruguay, Bolivia, Argentina y España, compartimos amistad, ilusiones y esperanzas, pero también frustraciones y penas, aunque estas últimas sólo para espolearnos contra la comodidad y la resignación.

Hoy cuando nos referimos a redes lo asociamos con internet y con el trabajo interconectado desde distintas ubicaciones físicas. Ayer, cuando uno habitaba en la infancia, las redes de las que se hablaba eran las de cazar mariposas, las de pescar y las que evitaban que los trapecistas se estamparan contra el suelo en el caso de que sus manos no se sincronizaran en el espacio y el tiempo.

Las dos primeras redes, las de apresar, nunca me interesaron. Siempre pensé que los seres vivos nacieron para volar, correr y nadar. Por ello, me quedo con las redes de trapecistas, esas que nos permiten volar, porque perdemos el miedo a caer.

Y esa es mi metáfora de Tejiendo Redes. Hoy día, avanzar por los caminos de la dignidad para el medio rural a lo largo y ancho de nuestro planeta, requiere volar por encima de obstáculos. Para ello, es fundamental una red de amigos/as que nos cuente su experiencia, que nos asesore sobre los pasos a dar, que nos sepa escuchar,… pero ante todo que sean sinceros/as. Que todo esto se produzca siempre en un plano de igualdad, no hay ni que mentarlo, pues según la Real Academia de la Lengua, la amistad es “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”.

Evidentemente, el primer día no se nos ocurrirá realizar el triple salto mortal. Primero nos dedicaremos a balancearnos en la altura para fortalecer nuestros músculos y evitar marearnos cuando nuestra cabeza apunte hacia el suelo, pero conforme consolidemos nuestra posición, comenzaremos a atrevernos con lo difícil. Y en el desarrollo rural, lo difícil es arriesgarse en lo que toca a la innovación, a la valorización de lo propio, a la organización social, a la reivindicación política, a la denuncia de las injusticias, a la lucha por y junto a los más oprimidos,… Y no creamos que esto sólo es tarea para los grupos de acción local del lado oeste del Atlántico. El saqueo, el olvido y la marginación que forman parte de la estela de la globalización neoliberal extiende su manto negro sobre todos los territorios rurales de nuestro planeta. Pero incluso en ese descorazonador caldo de cultivo, con sólo que abramos un poco los ojos, veremos aquí y allá personas con una idea muy clara: la conciencia de pertenencia a un grupo y la organización política, sectorial y territorial es un arma poderosa e invencible como la que más.

Pues eso, que después de verlo todo desde la altura, y hacernos una idea del territorio, toca bajar al suelo, descalzarse, remangarse los pantalones y pisar el barro con nuestros pies descalzos, para que nadie nos tenga que contar sobre el color, el sabor, el olor y el calor (ni los picotazos de los mosquitos) de la tierra que nos acoge.