miércoles, 27 de agosto de 2014

LOS PARTIDOS AUTODENOMINADOS SOCIALISTAS EN EUROPA: TRABAJANDO PARA EL GRAN CAPITAL


 
En la primavera del año pasado, por recomendación de Paco Álvarez, leí el libro ¡Votad la desglobalización! Los ciudadanos somos más poderosos que la globalización (2011, Paidós, Barcelona). El autor del mismo es Arnaud Montebourg, que entre abril y agosto de 2014 ha sido efímero Ministro de Economía del Gobierno Socialista de Manuel Valls en Francia.
 
No conocía la trayectoria anterior de este autor, no obstante, cuando me enteré de su nombramiento como Ministro de Economía de Montebourg me pregunté hasta qué punto sería capaz de impulsar desde el gobierno determinadas políticas coherentes con las reflexiones que apuntaba en su libro, algunas de las cuales cito textualmente a continuación:
 
“Las reducciones de impuestos y de cotizaciones sociales sobre los beneficios de las empresas, sobre las grandes fortunas, sobre los patrimonios y las rentas más altas no han hecho sino extenderse, en una carrera suicida por resultar más atractivos (…) En la competencia fiscal desenfrenada que han iniciado los Estados del norte, no hay otra salida más que la destrucción de la protección social y los servicios públicos, y el incremento estructural de la deuda pública, con las medidas finales injustas que eso conlleva” (páginas 32-33).
 
De ahí que la desglobalización suponga una “reacción a favor del trabajo y contra los dividendos, la reacción a favor de la industria y contra las finanzas, la reacción a favor de la creación contra las rentas” (Montebourg, 2011, 45). Y aquí es donde entraría en juego un “proteccionismo de nuevo cuño”, que “no es un proteccionismo del miedo al otro, sino un proteccionismo cooperativo, de la inteligencia y la generosidad, de la mutación colectiva, un proteccionismo altruista y solidario porque organiza concretamente el renacimiento o la construcción en cada uno de los países de un mercado interior, de una agricultura y una industria fuertes (…) Es un proteccionismo de desarrollo y emancipación, que garantiza a los pueblos el derecho a decidir” (páginas 46-47).
 
“La desglobalización es, por último, un programa para una Europa sin proyectos, zarandeada por las crisis económicas y financieras, que no ve que el libre comercio y la competencia generalizada son para ella el principio del fin. La autodestrucción de Europa está programada, la desglobalización es su salvación. Pero ésta deberá pasar por Alemania” (página 62).
 
Por eso, quienes albergaban alguna ligera esperanza en que los partidos socialistas europeos podrían dar un giro para refundar Europa bajo principios sociales y ecológicos, ya pueden ir convenciéndose de lo contrario. La dimisión de Montebourg como ministro el pasado 25 de agosto puede resumirse con un epitafio lapidario escrito por él mismo en el citado libro: “El ciclo loco de la globalización es un pozo sin fondo, una máquina desajustada cuyo carburante es encontrar continuamente gente más pobre y más dócil (página 19)”.
 
Tan pronto se ha conformado el nuevo gobierno socialista francés se ha anunciado una inminente reforma laboral para mejorar la competitividad de la economía francesa (con trabajadores/as más pobres y más dóciles, claro), así como un firme compromiso con el cumplimiento del objetivo de déficit público (austericidio fiscal).
 
Estas son las políticas socialistas recientes en Francia, calco de las políticas socialistas españolas en el período 2010-2011. Partidos socialistas incapaces de abrir vías de esperanza para la gran mayoría de la población de sus respectivos países, que en vez de plantar cara al desguace controlado de derechos sociales y políticas públicas, asumen un rol de colaboradores necesarios con las rancias directrices neoliberales que campan a su antojo en la Unión Europea.
 
Partidos autodenominados socialistas que traicionan a cada momento los principios socialistas de libertad, justicia social y solidaridad. Partidos que se presentan como alternativa electoral, pero que no son alternativa política.