miércoles, 14 de diciembre de 2016

EL CAPITALISMO ES DESIGUALDAD, Y LA VIDA ES OTRA COSA


Hace dos semanas los/as amigos/as de la Asociación de Docentes de Economía en Secundaria de Castilla-La Mancha (ADES-CLM) me invitaron a participar en las jornadas que organizaron en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Albacete, bajo el lema “Jornadas Educativas de Economía, Empleo, Pobreza y Exclusión Social”.
 
A continuación reproduzco el texto que sirvió de base a mi intervención.
 

1.    ALGUNAS IDEAS PREVIAS

Vivimos en un sistema económico, el capitalista o de mercado, donde la desigualdad crece constantemente, especialmente en las últimas décadas. Esta situación ocurre tanto dentro de los propios países, ricos y pobres, como entre ellos mismos.
 
A la par, las políticas públicas de carácter redistributivo para hacer frente a la desigualdad, cada vez son más raquíticas. Y ello a pesar de que economistas liberales como Keynes tenían muy claro que dichas políticas redistributivas y de gasto público eran claves para afrontar la inestabilidad cíclica del sistema capitalista por la vía de la demanda agregada.
 
Respecto al gasto público corriente, Keynes justificaba socialmente las transferencias desde el gobierno a las familias de menor renta por su impacto positivo sobre el consumo y en consecuencia sobre la demanda total.
 
Las políticas keynesianas caen en desgracia en la década de los 80 del pasado siglo cuando son sustituidas por los principios neoliberales y monetaristas, contrarios a la intervención del Estado en la economía y favorables a la desregulación.
 
El culmen de este cambio de postura tiene lugar con la aprobación del Tratado de Maastricht en 1992 y más recientemente con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea. A partir de entonces, la estabilidad presupuestaria se convierte en objetivo prioritario, tanto en términos de déficit público (3% PIB), deuda pública viva (60% PIB) e imposibilidad de financiarse a través del recurso a los bancos centrales.
 
No obstante, desde hace ya varios meses, Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo, viene reconociendo el fracaso de las políticas de austeridad encaminadas a conseguir la estabilidad presupuestaria en la Eurozona. La política monetaria lleva varios años con tipos de interés en el entorno del 0%, y la recuperación económica o no se ha producido o es muy débil en los países rescatados de la Eurozona. Tal ha sido el “ataque” de sinceridad del señor Draghi, que ha llegado a afirmar públicamente la necesidad de que los Estados colaboren en la recuperación a través de políticas públicas de gasto o inversión, y lo más radical, glosando las virtudes que tendría un aumento de los salarios para impulsar la recuperación económica.
 

1.1.           Concepciones de la pobreza

En determinados pueblos indígenas africanos, la pobreza o la situación de precariedad de las personas está asociada no tanto a ciertas carencias materiales, sino principalmente a la ausencia de un soporte social en términos de una red familiar o de amistades que ante situaciones de dificultad permiten afrontarlas a través de la ayuda mutua.
 

1.2.           Galbraith y la pobreza de las masas

Comenzamos con la situación de los países empobrecidos. En 1978 John Kenneth Galbraith publicaba La pobreza de las masas. En dicho libro plasmaba su experiencia como embajador de Estados Unidos en la India entre 1961 y 1963, etapa en que el país norteamericano desarrolló un amplio programa de ayuda al desarrollo en la India, especialmente en el sector agrario. En su introducción señalaba:
 
“No cabe duda de que nuestros motivos eran humanos, al mismo tiempo que sensiblemente egoístas. Pero pronto me persuadí de que nuestros esfuerzos iban desencaminados, y que extendíamos el error a aquéllos hindúes con quienes trabajábamos.
Lo que decidimos que constituían las causas de la pobreza inherente a los hindúes, y contra las que pretendíamos luchar, no se derivaban de algo pensado, sino de la conveniencia. Hablando en líneas generales, sólo existían dos cosas con las que podíamos disminuir las privaciones: a través de la aportación de capital y, en principio, de los conocimientos técnicos productivos. Las causas de la pobreza aparecían, pues, como derivadas de una carencia de capital o de una ausencia de experiencia técnica. El remedio incluía el diagnóstico. Era como, si al poseer la vacuna, identificáramos la viruela. Sólo por accidente, una terapéutica así seleccionada podía propiciar el éxito. Y, por desgracia, no se propició dicho accidente (Galbraith, 1982, 11-12).
 
Es decir, en las políticas de ayuda al desarrollo se utilizan preferentemente los instrumentos de que dispone el país donante y que más le convienen política y económicamente, sin atender a las verdaderas necesidades de los países receptores.
 

1.3.           Deaton y el escape de la pobreza

 
Angus Deaton, economista escocés, Premio Nobel de Economía en 2015, señala en su libro El gran escape. Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad (Fondo de Cultura Económica, 2015) que son los mismos los mecanismos que desde la Revolución Industrial han permitido tanto el progreso material como una realidad dual entre los pueblos ricos que han salido adelante y los pobres que se han quedado atrás. Escribe que
 
“El ‘Gran Escape’ de este libro es la historia de cómo la humanidad escapa de la privación y la muerte prematura, de cómo las personas han conseguido mejorar sus vidas y han mostrado el camino a seguir a las generaciones posteriores (…) Este libro trata de la danza sin fin entre el progreso y la desigualdad, acerca de cómo el progreso crea desigualdad y cómo la desigualdad en ocasiones puede ser útil (al mostrar a otros el camino o proveer incentivos para remontar la brecha) y a veces inútil (cuando quienes lograron escapar protegen sus posiciones destruyendo las rutas de escape que quedan detrás de ellos” (Deaton, 2015, 11-14).
 
Si son los mismos mecanismos los responsables de la opulencia y la miseria, ¿hay vía para un mundo menos desigual?, ¿puede el fin justificar los medios?, ¿puede basarse la opulencia en la condena a la miseria de buena parte de la población?. Nos encontramos ante el permanente dilema económico entre la eficiencia y la equidad. Aquí conviene recordar las palabras de Arthur Okun (1975) “los derechos y poderes que el dinero no debería comprar deben ser protegidos con regulaciones y sanciones específicas (...) Una sociedad capitalista democrática se esforzará por buscar mejores métodos para trazar los límites entre el dominio de los derechos y el dominio de los dólares”.
 
Deaton (2015) señala incluso el fracaso de la ayuda externa a los países pobres por entender que colabora a mantener gobiernos corruptos y políticas indeseables. En una línea similar a cuando Jean Ziegler afirmaba hace unos años que “A los países pobres no hay que ayudarles, sino dejar de robarles”.
 
En lo referente a la ayuda al desarrollo, Angus Deaton (2015, 345) se pregunta desde la posición de los países ricos:
 
“¿Por qué somos nosotros quienes tenemos que hacer algo? ¿Quién nos dio esa responsabilidad? (…) nosotros frecuentemente tenemos tan pobre comprensión de lo que ellos necesitan o quieren, o de cómo funcionan sus sociedades, que nuestros torpes intentos de ayudar en nuestros términos hacen más daño que bien (…) Cuando nosotros intentamos ayudar las consecuencias negativas no intencionadas están garantizadas. Y cuando fracasamos, insistimos porque nuestros intereses están ahora en juego (en nuestra industria de ayuda, atendida en gran medida por nuestros profesionales, y que genera fama y votos para nuestros políticos), y porque, después de todo, nosotros debemos hacer algo”
 
Claro que habría que hacer algo. Podemos comenzar por modificar las reglas del juego que ahora condenan a los países empobrecidos a una relación de dependencia y sumisión. Lo demás no va más allá de tranquilizar conciencias.
 
Incluso en el caso hipotético que los países empobrecidos requiriesen inyecciones de capital externo para salir de su situación de postración, la realidad de los flujos internacionales de capital funciona justo al revés. Según Armando Fernández Steinko (2008), el monto de capitales que cada año abandona los países más empobrecidos en dirección al Norte rico, es enorme. Entre 350.000 y 800.000 millones de dólares, cifra cinco veces más alta que toda la ayuda al desarrollo que fluye en sentido contrario. Así, la pregunta pertinente es, ¿quién ayuda a quién?.
 
 

1.4.           Desigualdad, capital y trabajo

Thomas Piketty (2015, 266-268) señala que la distribución de la propiedad del capital y de los ingresos resultantes es sistemáticamente mucho más concentrada que la de los ingresos del trabajo:
 
a)    La participación del 10% de las personas que reciben el ingreso del trabajo más elevado suele ser del orden de 25-30% del total de los ingresos del trabajo.
b)    La participación del 10% de las personas poseedoras del capital más elevado siempre es superior al 50% del total de los capitales, y a veces sube hasta 90% en ciertas sociedades.
c)    La excesiva concentración del capital se explica sobre todo por la importancia de la herencia y de sus efectos acumulativos (por ejemplo, es más fácil ahorrar cuando se heredó una vivienda y no se tiene que pagar una renta en forma de alquiler o hipoteca). Una reflexión al respecto. Si la institución de la herencia permite la acumulación y transmisión de la riqueza y explica una parte importante de la desigualdad, ¿por qué se mantiene?.

1.5.           Del proletariado al precariado

En los últimos años estamos asistiendo a un fenómeno nuevo caracterizado por el hecho de que tener un empleo ya no es garantía para satisfacer dignamente las necesidades básicas.
Guy Standing (2016, 222-224) comenta que
 
“El proletariado clásico ha tenido siempre una ocupación estable a jornada completa. Ha sido explotado en el lugar de trabajo en el horario laboral (…)
[Al precariado] “La definen tres grandes características. En primer lugar (…) obligados, a aceptar una vida de trabajo inestable como norma (…) el precariado está tan explotado fuera del espacio y del tiempo de trabajo como cuando se encuentra dentro. Eso es completamente nuevo (…) No tienen ocio, trabajan (…) tiene una presión increíble sobre su tiempo (…) La segunda característica (…) no tiene pensiones, no tiene vacaciones pagadas (…) Depende de salarios monetarios que son descendientes y volátiles (…) El tercer aspecto (…) es que tiene relaciones diferentes con el Estado (…) Esta es la primera vez en la historia que una clase social emergente se encuentra en proceso de perder derechos que han sido adquiridos por ciudadanos del pasado”.
Esta última característica es un cambio importante en el devenir histórico de la lucha de clases (Standing, 2016, 226-231):
 
- Ésta tradicionalmente se acometía desde el proletariado contra la clase capitalista a través de los sindicatos, y su objetivo último era conseguir una mayor porción de la tarta sin cambiar las estructuras.
- Actualmente la lucha se plantea desde el precariado contra el Estado, por entender que éste es el brazo ejecutor de los recortes sociales que tanto han perjudicado a los más desprotegidos. Los instrumentos de dicha lucha son las nuevas formas de organización social (15M, PAH) y política (partidos emergentes). Su objetivo es abolir las estructuras que definen la existencia del precariado.
 

1.6.           ¿Y la Unión Europea, qué?

En el curso 1989-1990 los profesores Tomás Carpi y Jordán Galduf me impartieron la asignatura Política Económica de los Países Subdesarrollados en la Universitat de València. Seguíamos el manual de Michael Todaro (El desarrollo económico del Tercer Mundo) y el ensayo de Raúl Prebisch (Capitalismo periférico). Aprendí que la década de los 80 del pasado siglo fue de retroceso en los ámbitos social y político para buena parte de los países empobrecidos del mundo. De la mano del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se habían aplicado en muchos de estos países políticas de ajuste que los habían atenazado y hundido en el agujero negro de la pobreza y la dependencia. En definitiva, que el capitalismo no es un sistema que introduzca paulatinamente a los diferentes pueblos de la Tierra en las vías de la prosperidad y la democracia. Bien al contrario, cabe hablar de un esquema centro-periferia, de manera que los países empobrecidos y “atrasados” se insertan en él bajo relaciones de dependencia y dominación por parte del gran capital transnacional.
 
Hace casi un cuarto de siglo, el FMI campaba a sus anchas por los territorios más débiles del planeta, obligándoles a tomar una medicina (las políticas de ajuste) que les condenaba a la postración. Ahora el FMI ha aterrizado en la Unión Europea, y sus hombres y mujeres de negro son los que dictan a los gobiernos las políticas a aplicar, que siguen siendo de ajuste, claro, porque no se les conocen posturas alternativas más allá del pensamiento único neoliberal.
 
Y de vez en cuando, en nuestra vieja Europa, afloran informes…incluso del propio FMI, que nos hacen caer en la cuenta de que la austeridad mata y propaga el dolor y la angustia de mucha gente, porque no se había tenido en cuenta adecuadamente el efecto multiplicador negativo sobre el nivel de renta asociado a un recorte de los gastos públicos, porque la austeridad y la reducción rápida del déficit público a toda costa impulsa el desempleo y la caída del consumo y la inversión…como si todo ello no se conociera ya a partir de las enseñanzas de Keynes y la Gran Recesión de los años 30.
 
Lo peor de todo es que aunque por propios y extraños se reconoce el fracaso absoluto de las políticas de la troika en los países periféricos del euro (especialmente los rescatados Grecia, Portugal, Irlanda y España), no se ha cambiado ni un ápice el contenido de dichas políticas más allá de una cicatera ampliación del plazo para que algunos países alcancen el objetivo del 3% de déficit público respecto al PIB.
 

2.    AFRONTAR LA DESIGUALDAD DESDE OTROS SISTEMAS ECONÓMICOS

2.1.           El Buen Vivir o Sumak Kawsay

 
Alberto Acosta conecta el Buen Vivir
 
“(…) con las experiencias, visiones y propuestas de aquellos pueblos (dentro y fuera del mundo andino y amazónico) empeñados en vivir en armonía entre sí y con la naturaleza (…) El Buen Vivir constituye un paso cualitativo importante al superar el tradicional concepto de desarrollo y sus múltiples sinónimos, e introduce una visión diferente, mucho más rica en contenidos y, por cierto, más compleja (…) Critica el concepto mismo de desarrollo transformado en una entelequia que norma y rige la vida de gran parte de la humanidad, a la que perversamente le es imposible alcanzar ese tan ansiado desarrollo, mientras que quienes se pretende ser desarrollados muestran cada vez más señales de su maldesarrollo (…) Para entender lo que implica el Buen Vivir, que no puede ser simplistamente asociado al ‘bienestar occidental’, hay que empezar por recuperar la cosmovisión de los pueblos y (las) nacionalidades indígenas (…) es imprescindible construir otras formas de vida, que no estén normadas por la acumulación del capital (…) No podemos esperar la llegada de la solución ‘técnica’. Nuestro mundo necesita ser pensado en términos políticos. Y en consecuencia tenemos que actuar impulsando un proceso de transiciones movido por nuevas utopías” (Acosta, 2013, 13-20).
 

2.2.           El posdesarrollo

Serge Latouche cuestiona el desarrollo económico tanto como vía para mejorar el bienestar de las sociedades ricas como para salir de la precariedad en aquéllas sociedades empobrecidas.
 
 “Frente a la mundialización, que no es más que el triunfo planetario del todo-mercado, debemos concebir y promover una sociedad en la que los valores económicos dejarán de ser centrales (o únicos) (…) Debemos renunciar a la loca carrera hacia un consumo cada vez mayor. Esto es requerido no solamente por la necesidad de evitar la destrucción definitiva de las condiciones de vida sobre la tierra, sino también y sobre todo para sacar a la humanidad de la miseria psíquica y moral (…) el progreso, el universalismo, el dominio de la naturaleza, la racionalidad cuantificante. Estos valores sobre los cuales descansa el desarrollo, y muy especialmente el progreso, no se corresponden de ninguna manera con aspiraciones universales profundas. Están ligados a la historia de Occidente, y tienen poco eco en otras sociedades (…) La mayor parte de las sabidurías consideran que el bienestar se realiza con la satisfacción de una cantidad juiciosamente limitada de necesidades (…) Las víctimas del desarrollo tienen tendencia a no ver más remedios para sus desgracias que una agravación del mal. Piensan que la economía es el único medio para resolver la pobreza, cuando es ella mismo quien la engendra” (Latouche, 2009, 12-20).

3.    VUELTA A EMPEZAR

El capitalismo es competencia. La vida es cooperación.
El capitalismo alienta y protege la desigualdad. La pobreza y la exclusión son sus consecuencias naturales.
Procede organizar la vida de los pueblos y las relaciones entre ellos de acuerdo con principios de respeto y austeridad.
La austeridad y la sencillez voluntaria es una obligación moral de las sociedades y las personas del mundo “hiperdesarrollado” cuando somos conscientes que nuestro estilo de vida es depredador de la Naturaleza y dañino para la mayor parte de los seres humanos.

REFERENCIAS:


Acosta, Alberto (2013): El Buen Vivir. Sumak Kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos, Icaria, Barcelona.

Deaton, Angus (2015): El gran escape. Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad, Fondo de Cultura Económica, Madrid (Publicado originalmente en 2013 por Princeton University Press, con el título The Great Escape. Health, Wealth and the Origins of the Inequality)

Fernández Steinko, Armando (2008): Las pistas falsas del crimen organizado. Finanzas paralelas y orden internacional, Catarata, Madrid.

Galbraith, John Kenneth (1982): La pobreza de las masas, Plaza y Janés, Barcelona (ISBN: 84-01-37127-9) (Publicado originalmente en inglés en 1978 con el título The Nature of Mass Poverty, Harvard University Press, London)

Latouche, Serge (2009): Decrecimiento y posdesarrollo. El pensamiento creativo contra la economía del absurdo, El Viejo Topo, Barcelona (1ª edición en francés de 2003, con el título Décoloniser l’imaginaire).

Okun, Arthur M. (1975): Equality and Efficiency. The Big Tradeoff, The Brookings Institution, Washington, D.C.

Piketty, Thomas (2016): El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, Madrid.

Standing, Guy (2016): “¿Una carta de derechos para el precariado del siglo XXI?” en David Casassas (2016): Revertir el guion. Trabajos, derechos y libertad, Catarata, Madrid.