La agencia de noticias Reuters,
especializada en información financiera, anunciaba el lunes 16 de abril de 2018
que un grupo inversor chino estaría planteándose adquirir Incarlopsa por 1.000
millones de euros. Dicho grupo es Kam
Fung Group Company Limited, radicado en Hong-Kong, especializado en el
negocio inmobiliario, la construcción, el turismo, la minería y la inversión
financiera. En este último ámbito, invierte en activos nacionales y
extranjeros, financiando proyectos, fusiones y adquisiciones de empresas. Como se ve, ninguna relación con el sector
cárnico. Tampoco es necesario, como se trata de especular, lo mismo vale para
un roto que para un descosido. Donde huela a dinero, allí que meten sus
narices.
Incarlopsa (Tarancón, Cuenca) junto al Grupo Fuertes-El Pozo (Alhama de Murcia) son dos de las principales empresas del sector cárnico en España. Ambas, a través de otras empresas filiales (Cefusa en el caso del Grupo Fuertes e Icpor-Soria en el caso de Incarlopsa), están detrás de la pretensión de instalar cientos de macrogranjas de porcino en varias comunidades autónomas, especialmente en Castilla-La Mancha.
En la jerga financiera se utiliza
el eufemismo “grupo inversor” en vez de su denominación más propia de “fondo
especulativo”. Estos grupos deciden invertir en aquellas actividades de las que
esperan una elevada rentabilidad a corto plazo. Normalmente no se trata de
inversiones a medio y largo plazo, preocupadas por la imagen y la fortaleza de
la empresa que adquieren, sino que buscan su reestructuración para hacerla
atractiva a su vez a nuevos inversores especulativos y venderla entera o a
trozos nada más que se presente la ocasión, incluso a veces a empresas del
propio sector de la adquirida, reduciendo así la competencia, dando lugar a
oligopolios. ¿Y si el Grupo Fuertes-El Pozo estuviera detrás de esta operación?
Es una simple especulación.
Tras estos años de crisis, todos/as
sabemos lo que significa el eufemismo “reestructuración” empresarial: división
en diferentes líneas de negocio, externalización de tareas y riesgos, endurecimiento
de condiciones laborales, expedientes de regulación de empleo, creación de
filiales en paraísos fiscales para reducir el pago de impuestos, etc.
Si hoy un grupo de capital
privado chino quiere comprar Incarlopsa (31 millones de euros de beneficios en
2016) y pagar 1.000 millones de euros, es gracias a que Incarlopsa ha
conseguido contar con el apoyo legislativo y financiero de diferentes
instancias de gobierno a sus planes de rodear sus mataderos de más de un millón
de cerdos en macrogranjas intensivas y así asegurar el abastecimiento para su
plan de expansión. Es esta fuerte proyección de crecimiento a corto plazo la que
ha disparado los deseos de grupos de inversión especulativos por comprar
Incarlopsa, y así se cierra el círculo del pelotazo. Veamos.
El Programa de Desarrollo Rural
de Castilla-La Mancha (2014-2020), con financiación del Fondo Europeo Agrícola
de Desarrollo Rural (FEADER), está subvencionando con dinero público la
instalación de macrogranjas de porcino por toda la región, especialmente en las
áreas más despobladas y deprimidas desde el punto de vista económico. Igualmente
apoya mediante la orden FOCAL (Fomento de la Calidad Agroalimentaria) a las propias
empresas de transformación cárnica. La puesta en funcionamiento de dichas
macrogranjas es indispensable para que salgan adelante los planes de expansión
de estas empresas, que mejoran sus resultados económicos actuales y previstos, y
se convierten en objetivo de grandes grupos de inversión especulativos, para
los que la actividad productiva a medio y largo plazo no tiene ningún interés, estando
sólo preocupados por materializar plusvalías a la mayor brevedad posible con la
reventa de la empresa que acaban de comprar.
Vivimos en un sistema capitalista
de libre empresa. Los gobiernos, salvo raras excepciones, no pueden inmiscuirse
en las decisiones de los/as propietarios/as de una empresa de venderla al mejor
postor. De acuerdo. Pero los gobiernos si tienen la capacidad de dirigir la
legislación y los fondos públicos para ayudar a empresas y sectores anclados al
territorio contra viento y marea, respetuosos con la conservación de la
naturaleza y con el trabajo decente de las personas, elementos que en última
instancia permiten prosperar a nuestros pueblos y comarcas.
En resumen, hay que ponerse en
guardia cuando un gran fondo de inversión especulativo pone sus ojos en un
territorio. La reciente crisis financiera ha demostrado que las verdaderas
armas de destrucción masiva no estaban en Afganistán, Irak ni ningún otro país
arrasado por esta causa. Hoy, las verdaderas armas de destrucción masiva son
financieras, y les dejamos moverse a sus anchas por todo el mundo.
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