Los cambios políticos en nuestras sociedades
pueden producirse por la vía electoral o a través de revoluciones. Generalmente
los primeros tienen lugar dentro de un clima de relativa estabilidad social,
mientras que los segundos suelen implicar rupturas en el orden establecido.
Pero también existe la posibilidad de mestizaje entre ambas opciones: una
revolución por la vía electoral.
Hoy existe una perentoria necesidad de
abordar profundos cambios (rupturas) en lo que toca a los modos de organización
política, social, económica y ecológica de nuestro mundo. En lo político para
que el poder real retorne a la ciudadanía, en lo social para frenar e invertir desigualdades
aberrantes, en lo económico para situar a las personas y a sus necesidades
básicas en el centro y en lo ecológico para respetar la Madre-Tierra como
origen y sustento de todas las formas de vida. Pero claro, quienes actualmente
controlan y se benefician del actual “desorden”, no tienen ningún interés en
que el poder retorne al pueblo y están haciendo todo lo posible para evitarlo.
Por eso, no debemos asustarnos cuando hablemos
de revolución o rupturas siempre que sean pensadas y definidas desde abajo. Por
el contrario, y a los hechos nos remitimos, términos como reformas o reestructuraciones
en boca de gobiernos lacayos del gran capital, si que han producido y siguen
produciendo mucho dolor y desazón a buena parte de la población. Más políticas
de este cariz productivista, individualista y desintegrador sí sería para
asustarnos
Hace unos meses el Gobierno de Castilla-La
Mancha, que sólo ha sido votado por el 36% del censo electoral, reformó unilateralmente
la ley electoral de esta región para facilitar su reelección en los próximos
comicios. Hoy mismo, el Presidente del Gobierno de España ha anunciado una
reforma de la ley electoral en lo que se refiere a la manera de elegir
alcaldes/as, claro, para que los candidatos/as del PP lo tengan más fácil. Esta
gente que gobierna para los poderes económicos y financieros no tiene otra intención
con estos cambios más que seguir robando a manos llenas, sumiendo a la gente en
la peor de las pobrezas: la ausencia de esperanza.
ES EL MOMENTO. A estas agresiones, en defensa
propia, la ciudadanía decente debe responder con un sartenazo de confluencia
política, que desbarate estas intenciones despreciables y siembre de esperanzas
las ansias de la gente en su lucha por un mundo más justo.
En los procesos electorales que van a comenzar
a gestarse en municipios, comunidades autónomas y Estado central, deben
definirse (ya está ocurriendo) fórmulas de confluencia política absolutamente
horizontales, que partan de la gente y queden ancladas siempre a sus
necesidades, inquietudes e intereses. Y luego, si determinados partidos
políticos o movimientos sociales afines desean participar de estos procesos de
confluencia, sin pretensiones de protagonismo ni manipulación, mejor que mejor.
Confluencia política ciudadana para alcanzar
el poder mediante el proceso electoral, con un programa elaborado desde las
bases, absolutamente claro y transparente, que establezca desde el principio el
alcance del nuevo orden político al que vamos a dedicar nuestras energías.
Nuevo orden que por fuerza ha de ser revolucionario, al nivel de la gravedad de
los problemas a los que nos enfrentamos como pueblo y como humanidad.
Al PP y a sus representados (las
multinacionales, los bancos, las grandes fortunas, el hampa de la corrupción, el
FMI, el BCE y la Comisión Europea) les va a salir el tiro por la culata. Las
ansias de atarlo todo incluso a través del juego sucio electoral va a suponer
una reacción del pueblo llano sin precedentes, de esas que tienen lugar en los
momentos más difíciles, como el que ahora justamente nos toca vivir. Julio Anguita
lo dijo bien claro el otro día: “Ahora. Sin
pretextos”.
No trabajar hoy en pos del éxito del proceso
de confluencia ciudadana es un lujo que no podemos permitirnos. La vida de las
gentes normales y corrientes no se basa en lujos, sino en formas austeras y
colectivas de resolver sus necesidades, para que nadie quede desprotegido. Lo
público, lo comunitario y la redistribución son garantía de dignidad. Lo
privado, el individualismo y la acumulación siembran el mundo de injusticias.
El reto político que afrontamos no será nada fácil, incluso pudiera fracasar.
Pero lo peor, con diferencia, sería no afrontarlo. Creo que mucha gente de bien,
o votará CONFLUENCIA, o no votará.
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