jueves, 7 de enero de 2016

PALABRAS GASTADAS, CAMINOS PENDIENTES: LA CONFLUENCIA POLÍTICA

 
Cuenta mi querido amigo y maestro Federico Aguilera Klink, ciudadrealeño de nacimiento y canario de adopción, que un día, caminando por el campo isleño, entabló conversación con un pastor de cabras. Éste le dijo, “Mire usted, no se confunda, que los pastores tenemos mucho tiempo para pensar”.
El resto de mortales posiblemente dediquemos menos momentos a esa tarea que nos permite tanto tomar postura ante lo que ocurre a nuestro alrededor como encaminar nuestras energías para transitar por la vida.
Pensamos con el lenguaje; sentimos con las personas. Unas veces no pensamos lo que sentimos, y somos corazón y principios. Otras no sentimos lo que pesamos, y somos cabeza y estrategia. Más cuando sentimos lo que pensamos, caminamos solos/as, en busca de más gente, claro.
Y como conviene percatarse cuanto antes de que hemos entrado en un callejón sin salida, apuesto por eliminar de nuestro lenguaje el término “confluencia o convergencia política”. Ello no implica que no estime conveniente alcanzar la unidad de acción en el ámbito político preelectoral (o postelectoral, si no se ha conseguido el anterior), pero no de cualquier manera. Sólo me vale si es a través de formas horizontales, transparentes y participativas.
Las acepciones de confluencia referidas a la junta de ríos o caminos, tienen tanta fuerza metafórica como mezcla de aguas y destino común de pasos, que en nada se parecen a la mayor parte de las experiencias reales de confluencia vividas en los procesos electorales del último año en España. Dichas experiencias, en el símil acuático, cabría incluirlas más en la sección de fontanería política a presión que en la de flujos por gravedad. El fin es el camino (sí, el camino), y en el destino no lograremos ser nada distinto que no hayamos sido durante el viaje. En el camino sembramos y aprendemos…sentimos con la gente.
En lo que respecta a los partidos políticos españoles más críticos con los planteamientos de la Troika (el verdadero gobierno en los países de la Unión Europea, no lo olvidemos), el ansia y la soberbia, con distinta intensidad, incluso con procesos de ida y vuelta, ha hecho que se hable más que nunca de confluencia política. En realidad se ha tratado de una experiencia medida y calculada por las élites de los partidos, nunca por las bases ni la ciudadanía en general. Han sido las cúpulas centrales las que han determinado lo que podía o no pensarse en los diferentes ámbitos territoriales, dejando huérfanos los sentimientos de gente, que con muchísimas dudas respecto a los cambios reales que podían ser gestados y gestionados por los partidos, estaban por otorgar un voto de confianza a esta posibilidad.
Creo que los procesos de organización, lucha y empoderamiento comunitario deben de ser, por este orden de prioridad, ciudadanos/as, sociales y, sólo al final, políticos. De lo contrario, confiarlo todo a alcanzar el poder político por la vía electoral, hace que olvidemos lo esencial: las sociedades las construyen personas y colectivos, desde el barrio de la gran ciudad, a la aldea más remota de nuestro mundo rural. Los cambios electorales y políticos pueden o no ser, o ser efímeros y/o frustrantes si no van de la mano de cambios sociales de base.
“Confluencia o convergencia política” es una expresión gastada, vacía. Compendio de malas prácticas del pasado. Lastre para pensar y ser en el futuro:
- nos distrae y despista: nos mantiene dando vueltas sobre la forma y nos oculta el fondo.
- embota nuestra imaginación: impide pensar otros mundos posibles que nacen de personas y colectivos.
- es plana: incapaz de captar y macerar la diversidad social.
Frente a expresiones gastadas:
- Nuevas palabras, escenarios y valores que emocionen y nos hagan sentir, sin dirigir ni forzar nada.
- Construcciones reales desde abajo, donde la estructura orgánica de los partidos sea una parte más, nunca protagonista.
Caminos pendientes para ser protagonistas. Donde nadie piense ni sea por nosotros/as. Donde los sueños de las personas nunca tengan que ser autorizados por nada ni nadie.

2 comentarios:

jimenezrequena dijo...

Siento diferir. Yo he votado el 20D para asociarme con 36 M de personas para formar unas instituciones que trabajen, a ser posible en equipo, para solucionar los problemas que me afectan pero en los que no me dejan meter mano.
El resultado ha sido un reparto en que el partido más fuerte tiene 120 escaños. Nuestros problemas son en cambio graves. En estas circunstancias ningún partido tiene fuerza para afrontarlo. El más grave a mi entender, porque envuelve a todos los demás, es la cuestión España ¿Sí o NO?. Un problema como este justifica la formación de una coalición con fuerza para atacarlo. asiselasponian.blogspot.com.es

Mario Plaza dijo...


No es que esté de acuerdo con tu forma de ver las cosas, es que si yo las veo de otra forma, enseguida me lo replanteo. La dificultad es que eso que llamamos las personas, en lo que estamos incluidos, solemos estar deformados por la situación y por la precariedad de la que se intenta salir.

La experiencia es que los malos mecanismos tienden a reproducirse. Así, de memoria, en el capítulo V de Homo Academicus de Bourdieu, creo que se avisa de la persecución de esas situaciones "abiertas", que son las más propicias a la toma de la palabra de los profesionales de la toma de la palabra pública. No nos faltan experiencias próximas. Así que cuidadín.

Avisar de alguna dificultad, pretende ser lo contrario de intentar disuadir de aquello que es irrenunciable, necesario y a la vez urgente.