lunes, 28 de octubre de 2013

El mito del crecimiento económico (I). ¿Por qué?


 
El pasado verano fui invitado por EUROBASK. Consejo Vasco del Movimiento Europeo a presentar una ponencia en el Curso de Verano “Sociedad, economía, mercados. Europa: Dr. Jekill o Mr. Hyde”, celebrado en Donosti/San Sebastián entre el 17 y el 19 de julio de 2013 (ver aquí el programa completo del curso).
El índice de dicha ponencia de título "El mito del crecimiento económico: hacia la desglobalización mercantil", cuyo texto íntegro puede encontrarse pinchando aquí, es el siguiente.

 
Comenzando hoy, y durante dos días más, voy a desgranar una trilogía de entradas con el contenido de la misma.
   21 RESUMEN
Desde el comienzo de la actual crisis económico-financiera en 2008, no para de repetirse el argumento según el cual la salida de la misma pasa por alcanzar de nuevo tasas positivas de crecimiento económico que reactiven el supuesto círculo virtuoso del consumo, la inversión, la producción y el empleo.
Este planteamiento en pos del crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), si bien con matices, es defendido tanto por posturas neoliberales (conservadoras), keynesianas (socialdemócratas) y marxistas (planificación central). A grandes rasgos, los neoliberales se postulan a favor de la austeridad expansiva, los keynesianos apuestan por el papel del Estado como impulsor de la actividad económica a través del gasto público y los marxistas se decantan por sistemas de planificación central y propiedad pública de los medios de producción.
Superada ya la primera década del siglo XXI, ninguno de estos planteamientos de política económica asume que la experiencia acumulada a lo largo del siglo XX (y aún antes) nos muestra los límites sobre los que han chocado y siguen chocando tanto las economías capitalistas como las de planificación central, ambas regidas por afanes productivistas a toda costa.
Los principales riesgos a los que se enfrentan las diferentes comunidades de la Tierra y el conjunto de la humanidad, están directamente relacionados con la asunción acrítica del crecimiento económico como objetivo político prioritario. Me refiero en concreto tanto a las crecientes desigualdades sociales como a los gravísimos desequilibrios ecológicos.
Ello nos lleva a la urgente necesidad de ser plenamente conscientes de la perversidad de la actual globalización homogeneizante, y como antídoto, apostar por la desglobalización, comenzando a construir comunidades autosuficientes y autogestionarias, pegadas al territorio, y en la medida de lo posible desmercantilizadas en lo que toca a la satisfacción de las necesidades básicas de las personas.
Todos estos aspectos deben ser objeto de reflexión y toma de postura en la actual coyuntura del proceso de construcción europea, aquejada de males crónicos como la escasa legitimidad democrática, la burocratización, el poder absoluto del capital financiero y el neocolonialismo.
Esta ponencia se estructura en tres partes. La primera intenta responder a la pregunta ¿Por qué es un mito el crecimiento económico?, y para ello acude a argumentos relacionados con la crisis ecológica, las necesidades básicas, el mercado y el empleo. La segunda justifica avanzar en un proceso de desglobalización a escala mundial para mejorar la vida de la gente y reequilibrar las fuerzas entre el capital y el trabajo. La tercera y última señala nuevas vías para una nueva Europa.

“Los conflictos que sacuden nuestro mundo por doquier no podemos simplificarlos y clasificarlos según una visión estrecha basada en los intereses particulares del gran capital. La comunidad de destino de la especie humana frente a problemas vitales y mortales comunes exige una política de la humanidad” (Morin, 2011, 47, la cursiva es mía).

1. ¿POR QUÉ ES UN MITO EL CRECIMIENTO ECONÓMICO?
El crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) se ha convertido en la forma cuasi exclusiva de medir el éxito económico y social en todas las partes del mundo. Este fervor productivista relega y oculta aspectos de naturaleza no mercantil que tienen gran importancia en la calidad de vida de las personas, por lo que presenta serias limitaciones como indicador de bienestar individual y comunitario.
Comienzo esta exposición cuestionando que el crecimiento económico sea la solución y la salida a la crisis sistémica que estamos viviendo. Sin ánimo exhaustivo, a continuación señalo una serie de dinámicas sociales, políticas, económicas y ecológicas impulsadas por el capitalismo, con el crecimiento como objetivo estrella[1], que se desarrollan a costa de la dignidad de las personas, de la cooperación entre las comunidades humanas y de la conservación de la Naturaleza. En todos los casos, atendiendo al objetivo de nuestro Curso de Verano, haré referencias a cómo dichas dinámicas se desarrollan en el seno de la Unión Europea.

1.1. Porque la crisis ecológica ligada al crecimiento nos acerca al colapso

La crisis ecológica de nuestro tiempo se ha generado y reproducido al calor de la máxima “más (producción y consumo) es mejor”. Y ello a pesar de que las más elementales leyes de la física y la termodinámica nos dicen que no es posible un crecimiento infinito en un mundo finito, que la materia y la energía se transforman desde formas aprovechables para los seres humanos hacia residuos que no pueden volver a ser utilizados.
El crecimiento económico conduce a un escenario de empeoramiento de las condiciones para la vida en la Tierra, especialmente de aquellas personas o comunidades más vulnerables. La opulencia de las áreas económicas enriquecidas se ha basado en esquilmar territorios y someter comunidades humanas desde la era de los descubrimientos a finales del siglo XV hasta la era de la globalización. En este período de más de cinco siglos, los estados de Europa han sido alumnos aventajados en lo relativo a la dominación y control por medio de la violencia y/o del comercio. Incluso recientemente, guerras como las de Afganistán, Irak o Libia se han desarrollado para apoderarse, con carácter preventivo, de los recursos energéticos claves que mueven el capitalismo terminal.
Hasta ahora, la productividad (producción/trabajo empleado) de diferentes sectores económicos no ha parado de crecer como consecuencia del uso masivo de recursos energéticos no renovables que han sustituido a la mano de obra desde el principio hasta el final del proceso productivo. Sectores como el agrario y el industrial se han beneficiado de energía barata y abundante para inocularnos la creencia en que los avances tecnológicos van a permitir un avance continuo y sin fin de la producción y el consumo. Pero ante fuentes energéticas y materiales cada vez más escasas, procede prepararse para un profundo cambio del modelo productivo, donde la mano de obra vuelva a tener un papel clave, ayudando así a reducir las elevadísimas tasas de desempleo que sufren ciertos países.

1.2. Porque una parte importante de las necesidades básicas de nuestras vidas las satisfacemos al margen del mercado

Ya señalaba Antonio Machado que “todo necio confunde el valor y el precio”. Pues bien, en la necedad del capitalismo, la cuantificación dineraria todo lo inunda, todo lo distorsiona, y perdemos de vista que una parte importante de las necesidades básicas de nuestras vidas las satisfacemos al margen del mercado.
Mientras que el “deterioro de nuestra biosfera, se ha empezado poco a poco a entender como consecuencia de las contaminaciones y de las catástrofes ecológicas, el deterioro de nuestras vidas cotidianas sigue siendo invisible como mal de civilización (…) La reforma de vida no puede eludir ni esclarecer el misterio de la vida ni el enigma del universo, pero nos enfrenta poéticamente a ese misterio y a ese enigma. Tampoco puede hacer desaparecer nuestros miedos y nuestras angustias, pero enseña a vivir con ellos aplicándoles antídotos: la participación en el destino colectivo, el vínculo afectuoso con los demás, el amor” (Morin, 2011, 246, 257).
En los últimos años, la Unión Europea está imponiendo a los países periféricos de la zona euro el desmantelamiento del estado del bienestar, así como la privatización de servicios públicos. La garantía de la prestación de dichos servicios públicos de calidad con carácter universal para todos/as los/as ciudadanos/as, era lo más parecido a la satisfacción de dichas necesidades básicas al margen del mercado, y por lo tanto accesibles de manera segura a todos/as con independencia de su nivel de renta. Si la Unión Europea se retira de ese papel que garantiza la igualdad efectiva, estamos dejando el camino libre al aumento de la desigualdad y al surgimiento de conflictos sociales. Y eso es justo lo contrario de lo que se pretendía con el proceso de construcción europea.

1.3. Porque es imposible proporcionar un empleo digno a todas las personas que lo desean o lo necesitan.

La globalización y la deslocalización van de la mano, y los fenómenos de paro masivo en ciertos estados centrales conviven con empleos absolutamente precarios en la periferia, esos que permiten bajísimos costes de producción y elevados beneficios al capital transnacional. Tradicionalmente el acceso a un empleo remunerado permitía a las familias conseguir un salario con el que satisfacer sus necesidades a través de intercambios mercantiles. Pero este mecanismo ya no está accesible para el ejército creciente de desempleados que a su vez son la condición necesaria para que la distribución de la renta siga venciéndose a favor del capital y en contra del trabajo.
Ante esta situación de dualidad del mercado de trabajo, y las escasas posibilidades de que revierta, habría que plantearse cada vez más la reducción de la jornada de trabajo remunerado, y por otro lado, el aumento del tiempo dedicado a proveer en el hogar bienes de naturaleza energética y alimentaria mediante mecanismos de autoproducción intensivos en mano de obra familiar. Hasta ahora, hemos sobreexplotado la energía abundante y barata, que ha trabajado por nosotros facilitándonos alimentos y transporte. En la nueva perspectiva que se abre de energía escasa y cara, la energía muscular de los seres humanos va a cobrar una importancia creciente. Sectores como la agricultura, la ganadería y la pesca van a comenzar a absorber mano de obra que en los últimos tiempos están expulsando los sectores industrial y de servicios, sencillamente porque producir alimentos es una actividad absolutamente prioritaria, que en breve ya no podrá llevarse a cabo mediante técnicas intensivas en energía no renovable (las típicas de la revolución verde).
La reducción sustancial de la jornada de trabajo[2] (unido a la reducción salarial, si bien teniendo en cuenta cierto salario mínimo y renta básica garantizada) y el reparto del trabajo permitiría reducir las elevadas tasas de desempleo que existen en la actualidad y aumentarían los hogares que pueden acceder a un consumo mínimo y digno. Este cambio en la distribución del tiempo de trabajo, desde el remunerado fuera del hogar hasta el no remunerado en el hogar, implica una reducción del crecimiento económico vía menor masa salarial, pero no tiene porqué suponer un peor acceso a bienes básicos para la vida, tales como los cuidados en el ámbito familiar (alimentación, atención a niños/as y mayores). Se ahorrará en la factura monetaria de energía y materiales, a cambio de dedicar más tiempo a proveer dichos bienes mediante la autoproducción.
No obstante, aún hay margen para aumentar el trabajo remunerado en sectores intensivos en mano de obra, fundamentalmente servicios ligados a los cuidados de las personas, que en los últimos años están siendo desmontados por las diferentes administraciones públicas: educación, sanidad, atención a la infancia y a la dependencia. El aumento del empleo aquí impulsa el crecimiento, con muy pocas implicaciones negativas sobre el agotamiento de recursos naturales, y al contrario, ayudando a aumentar la cohesión social y a disminuir las desigualdades.
Frente a la posibilidad de trabajar menos para que trabajemos todos, la UE fomenta políticas de trabajar más horas (aumento de la jornada laboral), durante más años (alargamiento de la edad de jubilación) y a cambio de un menor salario. Todo en aras de mejorar la competitividad frente al exterior, aunque sea a cambio de empeorar los derechos sociales en el interior.
El Consejo Europeo de Bruselas celebrado los pasados 27 y 28 de junio de 2013 se ha cerrado sin medidas de calado para afrontar la situación de desempleo en que se encuentran 27 millones de personas en la UE. En lo relativo al desempleo juvenil tan sólo se ha acordado adelantar a 2014 y 2015 la cantidad de 6.000 millones de euros sobre un monto global de 8.000 millones de euros para el período 2014-2020. Al día siguiente del Consejo, la Canciller Merkel dejó claro a los jóvenes desempleados de la UE que no va a poder ofrecerles en poco tiempo un puesto de trabajo y que la garantía juvenil pactada por la Unión es difícil de poner en práctica. Esa medida, asumida por los Veintisiete en los últimos meses, establece que todos los europeos de hasta 25 años deben tener acceso a un trabajo, formación o prácticas en un plazo máximo de cuatro meses tras terminar sus estudios o quedar desempleados. "Es un objetivo, es lo que perseguimos, pero deberíamos ser honestos y no despertar falsas expectativas porque de otro modo solo habría decepción como resultado", subrayó Merkel.  El otro gran pilar del plan europeo para impulsar la contratación de jóvenes pasa por facilitar el crédito a las pequeñas y medianas empresas, para que puedan crecer y ampliar sus plantillas. (La Vanguardia, 2013).
No hacen falta más palabras para describir el “entusiasmo” existente en la UE para luchar contra el desempleo juvenil en los países de la periferia del euro. La evidencia se impone por la vía de los hechos, y el desempleo, que tradicionalmente había sido el objetivo prioritario de política económica para gobiernos de todo signo político, ha sido absolutamente relegado en beneficio de la reducción del déficit público. Lo de que llegue el crédito a las PYMES para que inviertan y contraten, es una cantinela que estamos oyendo desde 2008. Es querer y no poder mientras se siga confiando esa tarea a entidades financieras privadas zombies. ¡Cuánta falta hace una banca pública y cooperativa y qué poco interés tienen los gobiernos en impulsarlas!.

1.4. Porque algún dirigente de la Unión Europea ya lo cuestionó hace años

Aprovechando que estamos en un Curso de Verano sobre la Unión Europea, echemos la vista atrás para conocer la postura de algún dirigente europeo relevante en el tema que nos ocupa.
Sicco Mansholt fue un político holandés que asumió diferentes cargos en la Comisión Europea entre 1958 y 1973. Se le considera el padre de la Política Agraria Común, llegando a ser Presidente de la Comisión Europea entre marzo de 1972 y enero de 1973. En 1972 afirmaba:
“hay que reducir nuestro crecimiento económico y sustituirlo por la noción de otra cultura de la felicidad y del bienestar (…) el crecimiento es solo un objetivo político inmediato que sirve a los intereses de las minorías dominantes” (Latouche, 2006).
Por si esto fuera poco, en 1973 Mansholt decía:
“Para mí, la cuestión más importante es cómo podemos alcanzar un crecimiento cero en esta sociedad. Para mí no hay duda de que en nuestras sociedades occidentales hay que alcanzar un crecimiento cero (…) Si no lo conseguimos, la distancia, las tensiones entre las naciones ricas y pobres será cada vez mayor (…) Me preocupa si conseguiremos mantener bajo control estos poderes que luchan por un crecimiento permanente. Todo nuestro sistema social insiste en el crecimiento” (Jofra Sora, 2008, 12).
Lógicamente, después de esta toma de postura, en 1973 finalizó su carrera política en las instituciones europeas. ¿Imaginamos al señor Durao Barroso hoy día haciendo afirmaciones de este calado?. ¿Es hoy la Unión Europea referencia mundial en denunciar y proponer alternativas al capitalismo salvaje y depredador que impera en la Tierra?.



[1] John Ralston Saul (2013) es de la opinión de que “Existe una nueva religión absoluta del crecimiento, el comercio, la santidad de la deuda y de los contratos comerciales, con la que intentan hacernos creer lo inteligentes que son los políticos y lo estúpidos que somos los demás. Da igual lo mala que sea la situación actual, ellos siguen aplicando las mismas recetas, haciendo lo mismo. Eso es lo que se está haciendo en España y en todas partes. El sistema avanza en la misma dirección. Los problemas que hay se están agravando. Nadie reconoce cuál es el auténtico problema. El crecimiento no nos va a sacar de donde estamos; la austeridad, tampoco. Veremos cómo resisten todo esto las democracias”.
 
[2] El estudio de la New Economics Foundation,21 horas: Por qué una semana laboral más corta puede ayudarnos a prosperar en el siglo XXI”, argumenta que liberar tiempo del trabajo remunerado puede ayudar a vivir de forma mucho más sostenible y satisfactoria (Coote et al, 2011, citado en Marcellesi y Esteban, 2011).


 
 

3 comentarios:

Mariano Navarro dijo...

Mucha enjundia guarda el tema que tratas, Goyo.
Básicamente de acuerdo en casi todo lo que expones. Ya hablaremos sobre tema porque "detalles" separan nuestros esquemas aunque nuestra filosofía básica de vida coincida.
Espero con ilusión los próximos capítulos y espero que, de alguna forma, "demuestres" que a los seres humanos no nos queda más remedio si queremos seguir viviendo en paz, que replantearnos las viejas preguntas: ¿qué hacemos? ¿adonde vamos? y que no nos queda más remedio, sí como digo queremos seguir viviendo en paz, que distribuir, repartir de manera mucho mejor, más efectiva y más eficiente el trabajo y la riqueza que hay, no sólo a nivel local sino también global.
Otra solución es dejar que sigan la cosas como están hoy pero eso nos conduce irremediablemente a guerras y a movimientos sociales que no nos pueden traer mas que muerte, desigualdad y explotación...
Un saludo, amigo...

WorldScrambler dijo...

Muy de acuerdo con tu exposición, la mayoría de los argumentos son incontestables. Sin embargo pienso que en la base del problema no está convencer a la ciudadanía y políticos en general de que de seguir en el status quo actual vamos irremediablemente al desastre.

El problema es pedir a la sociedad un profundo cambio que va más allá de tener que sacrificar el uso de ciertas tecnologías y comodidades en pos de un modelo de pervivencia sostenible. El tener que pedir que se acabaron los viajes a Eurodisney, el querer comprarte un 4x4 más grande que el de tu vecino, en tener el smartphone de la última generación, en comerte esos kiwis que vienen de Nueva Zelanda y poder tener una taladradora a precio de saldo porque está fabricada en China y los esclavos la han producido para ti. Nadie, muy poca gente, está dispuesta a sacrificar nada de todo esto, porque nadie, muy poca gente, hace nada por mejorar la calidad de vida de tantas y tantas comunidades humanas que habitan este planeta y que malviven en la miseria extrayendo coltán en el Congo para que nosotros tengamos nuestros gadgets de última generación.

Nos rasgamos las vestiduras y ponemos cara de pena cada vez que vemos un niño africano desnutrido y sin una familia que pueda cuidar de él pero cambiamos de canal y problema solucionado.

ESE es el problema, mientras no lo solucionemos, no hay nada que hacer.

Eleuterio dijo...

Completamente de acuerdo con usted.
Todo aquel que espera ser más competitivo pretende ganar una competicion.
Lo que conseguimos trabajando más por menos prestaciones sociales, menos pension y menos salario és ganar la competicion de la productividad. Tras ganar dicha competición llegaran los dineros a Espanya, pero de dónde vendran? - de algun pais que no merecera la confianza de los inversores. Un país que se empobrecerá y posteriormente estará dispuesto -como hacemos nosotros- a trabajar más por menos engrandeciendo el problema. Hasta que esta pelota regresara a nuestro pais i habrá que trabajar todavia más por todavia menos.