En noviembre de 1995, justo
cuando se debatía sobre la conveniencia de construir una gran tubería desde el
Acueducto Tajo-Segura hasta la Llanura Manchega, Juan Serna y yo publicamos en El
País un artículo titulado “El negocio de la sequía: el Trasvase Tajo-La Mancha” (ver aquí)
Los documentos que hace décadas
se escribieron sobre quimeras del agua, desde los principios de lo que se
denominó la Nueva Cultura del Agua, están envejeciendo muy bien. El tiempo no
pasa por ellos, y en muchos casos, el colapso que ya entonces se anticipaba, ha
llegado con más rigor incluso del que se preveía.
Nuestra conclusión hace 25 años
fue: “Si todas las instituciones y grupos sociales castellano-manchegos se han
opuesto reiteradamente al trasvase de aguas del Tajo hacia el Segura (…) por
coherencia, ahora debería cuestionarse también este proyecto y no caer en el
egoísmo de justificarlo porque ahora se beneficia a una comarca de la propia región
origen de los recursos. (…) La mejor tarjeta de visita que Castilla-La Mancha
puede presentar sería la de una gestión responsable y cuidadosa de sus escasos
recursos hídricos, sin esconder en un rincón los malos ejemplos, sino
mostrándolos a la ciudadanía para que prendidos en la conciencia colectiva del
pueblo sirvan para no tropezar dos veces en la misma piedra”.
En los últimos días el Gobierno
de Castilla-La Mancha ha vuelto a apoyar la solicitud de un trasvase de agua de
20 Hm3 desde el Acueducto Tajo-Segura hasta las Tablas de Daimiel, con el
argumento de evitar el “desastre ecológico” de este Parque Nacional. La misma
inconsistencia perversa de siempre.
Por un lado, se impulsa una
política agraria que prima el regadío tanto intensivo como en cultivos que
tradicionalmente han sido de secano (viña, olivo, almendro, pistacho). Política
que ha sobreexplotado los acuíferos manchegos tanto en la cuenca del Guadiana
como en la del Júcar, y ha derivado en un deterioro sin precedentes, y en
muchos casos irreversible, en los espacios del agua de La Mancha Húmeda de las
provincias de Ciudad Real, Cuenca y Toledo y en los Valles del Júcar y el
Cabriel en Albacete y Cuenca.
Por otro lado, consumado el daño
realizado a conciencia, para tapar sus vergüenzas, el mismo Gobierno que
impulsa un regadío desbocado sin futuro, y que potencia a muerte la instalación
de macrogranjas porcinas que contaminan acuíferos con sus purines, solicita al
Gobierno de España agua para encharcar temporalmente las Tablas. Agua que más
pronto que tarde se infiltrará en un acuífero reseco para que pueda ser
extraída de nuevo para regar cultivos excedentarios cuyos precios de mercado
están hundidos. Y da igual si con ello damos una puñalada más a un río Tajo
maltrecho. Y da igual si cientos de pequeños espacios del agua del Júcar y el
Cabriel siguen muertos, para ellos no se pide agua, ni se llevan a cabo
políticas que reviertan el deterioro. Eso sí, el mismo Gobierno de Castilla-La
Mancha que los ha liquidado, se congratula de que el Valle del Cabriel se
declare Reserva de la Biosfera por la UNESCO. El culmen de la maldad y la hipocresía.
La recuperación de las Tablas de
Daimiel y toda La Mancha Húmeda pasa por reconocer la verdadera causa de su
deterioro: la sobreexplotación de las aguas subterráneas de la zona como
consecuencia de una agricultura de regadío intensiva que utiliza agua muy por
encima de los recursos renovables del territorio. Si el diagnóstico está claro,
la solución pasa por recuperar los caudales en régimen natural que reciben
estos espacios, llevando a cabo una nueva política agraria consistente con
dicho objetivo de reducir las extracciones de agua subterránea. En el marco del
cambio climático que ya ha llegado e irá a más, la adaptación de la actividad
agraria y ganadera a unas menores disponibilidades de agua es si cabe todavía
más urgente. Lo contrario, lo que se está haciendo ahora con la expansión del
regadío incluso en cultivos leñosos tradicionalmente de secano, no es un paso
adelante en la buena dirección, todo lo contrario, es un salto en el vacío.
Si en las circunstancias actuales
las Tablas tienen que estar secas en periodos de lluvias escasas, pues que se
sequen. Las gentes de La Mancha verán en el espejo de este espacio natural
muerto el futuro que les espera, sin los paños calientes y los espejismos de un
agua que ahora llega escondida por tubería, sin dejarse ver, muerta de
vergüenza, desde otra cuenca lejana donde tampoco sobra. La sociedad civil debe
organizarse y enfrentar este asunto de vital transcendencia para su futuro,
planteando a las administraciones públicas con competencias sobre el agua otra
forma de gestionar el territorio, cuidando la vida.
En la fase de colapso social,
económico y energético postpetróleo en la que nos estamos adentrando, cuanto
antes comencemos a ser conscientes de los límites y desbarajustes de nuestro
modelo de producción, distribución y consumo capitalista, mucho mejor. El
secado de las Tablas de Daimiel es ya un icono de ello y ojalá sirva para que
la gente de los pueblos de su entorno se ponga manos a la obra para la
transición a un estilo de vida austero pero digno, centrado en el cuidado y el
respeto a la naturaleza.
1 comentario:
Hola Goyo, enhorabuena por tu blog que no hace mucho que sigo. Totalmente de acuerdo, lamentablemente de acuerdo. Llevo años siguiendo el tema del agua desde Ciudad Real, donde trabajo o desde Madrid, donde vivo. Estoy involucrado en este tema desde una asociación Ojos del Guadiana Vivos que viene a ser el trite símbolo de todo lo que comentas.
Ta animo a que sigas en esta ín línea de visión clara, sin ambages ni adornos del simplemente ver lo que tuvimos, lo que tenemos y de intentar por todos los medios de no tener un futuro como el que pinta, si seguimos, como sociedad, mirando para otro lado o excusando lo inexcusable.
Gracias de nuevo, también por otra parte, tengo un blog muy de naturaleza y vegetación, bastante centrado en Ciudad Real, pero no tanto, es el Almanaque Natural, cosas de campo, fotografía y desgraciadamente, casi siempre denuncia.
Un abrazo
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